Un fantasma recorre Sevilla
Un fantasma recorre Sevilla
Un fantasma recorre Sevilla. Un fantasma oculto bajo la sábana blanca de una impunidad conseguida a fuerza de disimular su podredumbre bajo la ética secular de la izquierda. El fantasma de la corrupción va íntimamente ligado con las cremalleras que pretenden coser en los veneros por donde fluye la libertad de expresión. Estos fantasmas que predican con dinero público que Sevilla es la construcción de un sueño se dedican a llevar esa pesadilla al mundo real. Pretenden callar las voces discrepantes con la pasta que recaudan a través de los impuestos. El sistema es perfecto para estos fantasmas que no son nada en la vida, que no tienen ni un miserable hueco fuera del paraguas de la política: pagar las adhesiones con el dinero de todos, y cortar las fuentes de la publicidad institucional en cuanto se les critica. Así pretenden cerrar el círculo vicioso para conseguir lo único que les interesa: el mantenimiento en el poder que los mantiene.
Círculo vicioso y espiral asfixiante. Desde la Granja de San Francisco se dedican, con un descaro digno de camisas azules bordadas en rojo ayer, a premiar a los buenos y a castigar a los malos. En esto no son nada logsianos. Ni legales, dicho sea en cualquier sentido de la palabra. Inyectan dinero público en la vena y en la arteria de los medios de comunicación que forman parte del holding donde está incluido el partido que en su día pudo presumir de cien años de honradez. Y se lo niegan a los periódicos, las radios y las televisiones locales que se atreven a despertar a los sevillanos del sueño que nos venden como si fuera humo.
Ya está bien de soportar este clima irrespirable. En los medios de comunicación de la ciudad se nota un hastío que deriva en indignación. ¿Cómo es posible que desde el Ayuntamiento se sugiera a los directores que prescindan de tal o cual periodista a cambio de publicidad institucional? En el Manifiesto comunista se señalaba que las clases sociales habían sobrevivido a las revoluciones burguesas, que la sociedad conservada la rigidez de los estamentos medievales. En Sevilla ocurre tres cuartos, bien despachados, de lo mismo. Los nuevos señoritos feudales se guarecen bajo el paraguas de unas siglas que deshonran continuamente.
Los ciudadanos deben saber que en el gallinero de la Granja de San Francisco se celebran reuniones al más alto nivel para repartir el dinero público. Los ciudadanos tienen derecho a recibir la información que ellos elijan y no la que se les suministre a través del cuentagotas de la cuenta corriente del poder. Si esto sigue así nos encontraremos, dentro de poco, con una sociedad secuestrada por aquellos que no tienen ningún pudor en llamar “terrorista informativo” al director de un medio local que ha informado a sus oyentes de la quema de contenedores. Utilizan el móvil que les apoquinamos entre todos para enviar unos mensajes que pretenden cercenar la libertad del informador. Y tocan las teclas que haya que pulsar para conseguir que los medios silencien ciertos temas y les den una rimbombancia hueca a otros.
No estamos hablando de las presiones más o menos legítimas que siempre se han realizado. Esto es otra cosa. Esto es el principio del fin que justifica los medios. Para traspasar los muros, estos fantasmas utilizan la cortina de humo más desgastada que existe en el mercado de las descalificaciones. Quien denuncia es el culpable. Todos somos crispadotes en potencia. Y si encima nos dedicamos al sano y cartesiano ejercicio de la crítica con la acidez de la ironía, entonces nos convertimos automáticamente en una máquina de proferir insultos.
La libertad de expresión o reside en el periodista, sino en el ciudadano. Cuando se veta a un medio no se está vetando al plumilla sino al lector. A ver si nos vamos enterando. Y a ver si se enteran estos enterados que están en política para pagar la hipoteca y para no pagar el billete de avión ni la factura de la comilona. Cada vez son más numerosos los socialistas honestos y honrados que dicen, en voz baja o en voz media, que ya está bien, que han ocupado el partido los mediocres que no sirven para otra cosa. La semana pasada, un ilustre socialista histórico no comprendía cómo es posible que los concejales del Ayuntamiento de Sevilla se deiquen, sistemáticamente, a vetar a ciertos periodistas de la ciudad. “Con este espíritu habría sido imposible la Transición”. Por mucho que disimulen en la sombra del poder, estos fantasmas dan el cante cuando se ponen cara al sol con la sábana nueva.
Un fantasma recorre Sevilla. Un fantasma oculto bajo la sábana blanca de una impunidad conseguida a fuerza de disimular su podredumbre bajo la ética secular de la izquierda. El fantasma de la corrupción va íntimamente ligado con las cremalleras que pretenden coser en los veneros por donde fluye la libertad de expresión. Estos fantasmas que predican con dinero público que Sevilla es la construcción de un sueño se dedican a llevar esa pesadilla al mundo real. Pretenden callar las voces discrepantes con la pasta que recaudan a través de los impuestos. El sistema es perfecto para estos fantasmas que no son nada en la vida, que no tienen ni un miserable hueco fuera del paraguas de la política: pagar las adhesiones con el dinero de todos, y cortar las fuentes de la publicidad institucional en cuanto se les critica. Así pretenden cerrar el círculo vicioso para conseguir lo único que les interesa: el mantenimiento en el poder que los mantiene.
Círculo vicioso y espiral asfixiante. Desde la Granja de San Francisco se dedican, con un descaro digno de camisas azules bordadas en rojo ayer, a premiar a los buenos y a castigar a los malos. En esto no son nada logsianos. Ni legales, dicho sea en cualquier sentido de la palabra. Inyectan dinero público en la vena y en la arteria de los medios de comunicación que forman parte del holding donde está incluido el partido que en su día pudo presumir de cien años de honradez. Y se lo niegan a los periódicos, las radios y las televisiones locales que se atreven a despertar a los sevillanos del sueño que nos venden como si fuera humo.
Ya está bien de soportar este clima irrespirable. En los medios de comunicación de la ciudad se nota un hastío que deriva en indignación. ¿Cómo es posible que desde el Ayuntamiento se sugiera a los directores que prescindan de tal o cual periodista a cambio de publicidad institucional? En el Manifiesto comunista se señalaba que las clases sociales habían sobrevivido a las revoluciones burguesas, que la sociedad conservada la rigidez de los estamentos medievales. En Sevilla ocurre tres cuartos, bien despachados, de lo mismo. Los nuevos señoritos feudales se guarecen bajo el paraguas de unas siglas que deshonran continuamente.
Los ciudadanos deben saber que en el gallinero de la Granja de San Francisco se celebran reuniones al más alto nivel para repartir el dinero público. Los ciudadanos tienen derecho a recibir la información que ellos elijan y no la que se les suministre a través del cuentagotas de la cuenta corriente del poder. Si esto sigue así nos encontraremos, dentro de poco, con una sociedad secuestrada por aquellos que no tienen ningún pudor en llamar “terrorista informativo” al director de un medio local que ha informado a sus oyentes de la quema de contenedores. Utilizan el móvil que les apoquinamos entre todos para enviar unos mensajes que pretenden cercenar la libertad del informador. Y tocan las teclas que haya que pulsar para conseguir que los medios silencien ciertos temas y les den una rimbombancia hueca a otros.
No estamos hablando de las presiones más o menos legítimas que siempre se han realizado. Esto es otra cosa. Esto es el principio del fin que justifica los medios. Para traspasar los muros, estos fantasmas utilizan la cortina de humo más desgastada que existe en el mercado de las descalificaciones. Quien denuncia es el culpable. Todos somos crispadotes en potencia. Y si encima nos dedicamos al sano y cartesiano ejercicio de la crítica con la acidez de la ironía, entonces nos convertimos automáticamente en una máquina de proferir insultos.
La libertad de expresión o reside en el periodista, sino en el ciudadano. Cuando se veta a un medio no se está vetando al plumilla sino al lector. A ver si nos vamos enterando. Y a ver si se enteran estos enterados que están en política para pagar la hipoteca y para no pagar el billete de avión ni la factura de la comilona. Cada vez son más numerosos los socialistas honestos y honrados que dicen, en voz baja o en voz media, que ya está bien, que han ocupado el partido los mediocres que no sirven para otra cosa. La semana pasada, un ilustre socialista histórico no comprendía cómo es posible que los concejales del Ayuntamiento de Sevilla se deiquen, sistemáticamente, a vetar a ciertos periodistas de la ciudad. “Con este espíritu habría sido imposible la Transición”. Por mucho que disimulen en la sombra del poder, estos fantasmas dan el cante cuando se ponen cara al sol con la sábana nueva.
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