Vanidad de vanidades
Vanidad de vanidades, todo es vanidad en esta Feria de Abril que termina su lenta y larga agonía este domingo postrero. Vanitas vanitatis, que rima con el bacalati con tomati que hace unos días nos servía para proclamar la Semana Santa según Sevilla. La vanidad ferial se traduce en esos préstamos que solicitan los sevillanos que se rigen por el mandato de la apariencia. Un director de banco afincado en la ciudad de las trampas nos lo contaba no hace mucho. El hombre se sorprendió cuando llegó la primera primavera, valga la redundancia, y las solicitudes de préstamos llovían sobre su mesa. Cuando preguntó qué ocurría en la ciudad, el empleado de turno se lo desveló de un plumazo: estamos en vísperas de Feria.
La gente se entrampa de un año para otro. Las jarras de rebujito de hoy se convertirán en incómodos plazos que morderán la escuálida cuenta corriente cuando el hielo se haya convertido en las humedades de noviembre. Las gambas de ayer se abonarán en enero, y todo en este plan. Por no hablar de esos trajes de gitana –de faralaes en el dialecto madrileñí- que se estrenan como si fueran sayas virginales y que dormirán el sueño de los justos durante el resto del año. “No te engañes, los caballeros hispalenses no se gastan la tela del telón en Semana Santa, sino en Feria, entonces vienen a la tienda y se llevan los trajes, las camisas, las corbatas que pagarán poquito a poco...” Habla el encargado de una firma de rancio prestigio. “Y lo mejor del caso es que no cambian de talla a pesar de los años, se conoce que el avecrem no engorda...”
Las vanidades de la Feria se traducen en esos carruajes que pretenden retrotraernos a la Sevilla del señorito. La ciudad se debate entre el lujo de la marquesa y la marquesina que aún no acoge el tranvía de Monteseirín. Ahí está el artilugio, expuesto y más parado que el caballo de un retratista para que no nos “farte de ná” en esta campaña electoral. El tranvía de la vanidad personal y política del alcalde refleja el espíritu de esta ciudad que prefiere el parecer al ser. Los dandys locales van de estirados porque están más tiesos que una regla. Como la Sevilla alfrediana, se han entrampado para vivir de las rentas sin darle un palo al agua. Aquí todo el mundo debe más de la cuenta. Empezando por ese Ayuntamiento que ha hipotecado el futuro de la ciudad con tal de salir del paso de la urna.
Se anuncia un metro de mentirijillas como si fuera real. ¿Real? El real de la Feria se llena de carruajes que transportan a los que se sienten dueños y señores de la ciudad por un día, por una semana que pasará como todo lo que pasa en Sevilla: sin pena pero con mucha gloria bendita. En la Feria no da tiempo a pensar, por eso es mejor escribirla desde lejos, como hizo Cernuda cuando se fue a Glasgow para dejarnos el retrato de la Sevilla oculta tras el velo de Ocnos. Pero Glasgow ya no es el lugar cernudiano, sino la ciudad donde se jugará la final de la Copa de la UEFA. ¿Más copas todavía? El Ayuntamiento que no respeta la ética ni la estética se ha encargado de diseñar una “zona de respeto” en el corazón de la Feria para los farolillos verdiblancos. Como suena: zona de respeto para honrar al irrespetuoso Lopera, santo y seña de la peor Sevilla que se pasea por los albañales del humor carpetovetónico.
La Feria de las vanidades se reproduce cada año con ligeras variaciones sobre el mismo canon de la lona y el albero. La misma ciudad que desdeña sus retablos barrocos se encarga de conservar un piso lleno de charcos y cagajones de caballo. Allí se da cita, cada tarde, el zotal que convive con los devotos de san Ignacio de Loewe. El olor a fritanga impregna los costosos trajes que se llenarán de barro en el Charco de la Pava. Todo sea por una tradición tan mal entendida como peor miccionada. ¿O es que el albero es tierra santa para estos fundamentalistas del rebujito y la tortilla deshidratada?
Cuando un sevillano serio se enfrenta con la Feria siempre sale perdiendo. Por eso se marcha del alfoz y se refugia en esa Sevilla que es mucho más real que el teatrillo de toldos y mesas plegables que se monta cada año. Estos sevillanos finos y fríos –no confundir con los que llevan el catavino como si fuera una medalla- se van directamente al exilio temporal que los reconciliará con la ciudad que sigue latiendo en la memoria y en el deseo. Despojada de lunares y de ripios, la Sevilla esquiva y distante aparece desnuda y fatal. Entonces dan ganas de cantarle por esas sevillanas antiguas que jamás se cantan en la Feria. Paradoja de paradojas, todo es vanidad. O viceversa.
La gente se entrampa de un año para otro. Las jarras de rebujito de hoy se convertirán en incómodos plazos que morderán la escuálida cuenta corriente cuando el hielo se haya convertido en las humedades de noviembre. Las gambas de ayer se abonarán en enero, y todo en este plan. Por no hablar de esos trajes de gitana –de faralaes en el dialecto madrileñí- que se estrenan como si fueran sayas virginales y que dormirán el sueño de los justos durante el resto del año. “No te engañes, los caballeros hispalenses no se gastan la tela del telón en Semana Santa, sino en Feria, entonces vienen a la tienda y se llevan los trajes, las camisas, las corbatas que pagarán poquito a poco...” Habla el encargado de una firma de rancio prestigio. “Y lo mejor del caso es que no cambian de talla a pesar de los años, se conoce que el avecrem no engorda...”
Las vanidades de la Feria se traducen en esos carruajes que pretenden retrotraernos a la Sevilla del señorito. La ciudad se debate entre el lujo de la marquesa y la marquesina que aún no acoge el tranvía de Monteseirín. Ahí está el artilugio, expuesto y más parado que el caballo de un retratista para que no nos “farte de ná” en esta campaña electoral. El tranvía de la vanidad personal y política del alcalde refleja el espíritu de esta ciudad que prefiere el parecer al ser. Los dandys locales van de estirados porque están más tiesos que una regla. Como la Sevilla alfrediana, se han entrampado para vivir de las rentas sin darle un palo al agua. Aquí todo el mundo debe más de la cuenta. Empezando por ese Ayuntamiento que ha hipotecado el futuro de la ciudad con tal de salir del paso de la urna.
Se anuncia un metro de mentirijillas como si fuera real. ¿Real? El real de la Feria se llena de carruajes que transportan a los que se sienten dueños y señores de la ciudad por un día, por una semana que pasará como todo lo que pasa en Sevilla: sin pena pero con mucha gloria bendita. En la Feria no da tiempo a pensar, por eso es mejor escribirla desde lejos, como hizo Cernuda cuando se fue a Glasgow para dejarnos el retrato de la Sevilla oculta tras el velo de Ocnos. Pero Glasgow ya no es el lugar cernudiano, sino la ciudad donde se jugará la final de la Copa de la UEFA. ¿Más copas todavía? El Ayuntamiento que no respeta la ética ni la estética se ha encargado de diseñar una “zona de respeto” en el corazón de la Feria para los farolillos verdiblancos. Como suena: zona de respeto para honrar al irrespetuoso Lopera, santo y seña de la peor Sevilla que se pasea por los albañales del humor carpetovetónico.
La Feria de las vanidades se reproduce cada año con ligeras variaciones sobre el mismo canon de la lona y el albero. La misma ciudad que desdeña sus retablos barrocos se encarga de conservar un piso lleno de charcos y cagajones de caballo. Allí se da cita, cada tarde, el zotal que convive con los devotos de san Ignacio de Loewe. El olor a fritanga impregna los costosos trajes que se llenarán de barro en el Charco de la Pava. Todo sea por una tradición tan mal entendida como peor miccionada. ¿O es que el albero es tierra santa para estos fundamentalistas del rebujito y la tortilla deshidratada?
Cuando un sevillano serio se enfrenta con la Feria siempre sale perdiendo. Por eso se marcha del alfoz y se refugia en esa Sevilla que es mucho más real que el teatrillo de toldos y mesas plegables que se monta cada año. Estos sevillanos finos y fríos –no confundir con los que llevan el catavino como si fuera una medalla- se van directamente al exilio temporal que los reconciliará con la ciudad que sigue latiendo en la memoria y en el deseo. Despojada de lunares y de ripios, la Sevilla esquiva y distante aparece desnuda y fatal. Entonces dan ganas de cantarle por esas sevillanas antiguas que jamás se cantan en la Feria. Paradoja de paradojas, todo es vanidad. O viceversa.
12 Comments:
"Vanitas vanitatis" tenemos oxidadito el latín. Es Vanitas vanitatum (3ª declinación, genitivo plural).
Saludos.
Tutto é vanitá, que dicen los italianos. Lo de las gambas que consumes en Abril y pagas en Enero es genial. Saludos desde Tenerife, JAM.
Hola Paco:
Acaba de nacer hace unos días mi blog. Te invito a participar en él.
http://veroir.blogspot.com/
Me he tomado la libertad de poner un enlace al tuyo.
Un saludo,
MIguel Andréu
Se te ha olvidado poner una serie de personajes que cada vez tienen más protagonismo en la Feria de las Vanidades, aunque no necesiten pedir ningún préstamo porque están en el taco.
Algunos han vivido su vida queriendo ser señoritos sevillanos y se han encontrado con dinero para poder parecerlo, incluso llegan a cambiarse los apellidos.
Otros, conocidos ellos, necesitan pasearse para no dejar de serlo y viven de la ojana superficial de la ciudad barata.
Hay varias modalidades más de estos especímemes, pero es prolijo describirlas.
Eso sí, un completo muestrario se exhibía día tras día en la caseta que Carlos Herrera ha conseguido este año.
Por cierto, ¿cuántos años llevaba en la lista de espera el periodista almeriense?
Sr. Robles:Mas y mejor en menos,IMPOSIBLE.Dese Usted por besado,ya que esta es la opinion de muchos sevillanos que no podemos o no debemos expresarnos de esa manera,porque nos tacharian de "rancios" y de estar contra la sevillania actual:muchas gracias y ni que decir tiene:Siga Usted en esa linea,que muchos se lo agradeceremos
Enhorabuena, define a la perfección la Feria que todos sabemos que es la real aunque nos empeñamos en ver otra, como suele ser habitual, hipócritamente.
Vuelvo a vos.
Un beso rancio.
Me temo que esa ciudad de imagen, escaparate y trampas no se queda sólo en Sevilla.
Un abrazo desde Huelva.
Pues yo he estado en otra Feria!. Una Feria donde mi mujer se pone más guapa que nunca (si eso es posible), donde el martes estuve tomando copas con varios amigos en una caseta a la que fui invitado (no pagada con dinero público). El miércoles vinieron a la caseta de la que era socio mi padre, y ahora lo soy yo, varios grupos de amigos, y mis hermanas con sus hijos (y la novias de estos!), y mis hijos, que ya son muy mayores, y están tan guapos como su madre. Y muy pocas veces más en el año nos vemos todos, mis sobrinos, mis primos. Mi madre estaba tan féliz de vernos una vez más a todos juntos!, es cuando ella charla con mis amigos, y se siente tan orgullosa de sus hijos, cuando presume de nietos, ella tan cernudiana...
Echamos de menos a los que faltan, porque se nos fueron, o porque están fuera de Sevilla, y brindamos por ellos, y cada lágrima reprimida es más dulce con una copa de manzanilla, y tambíén eso... la manzanilla, tan fria y tan fina.
Sí Paco, echamos de menos a los amigos que no vienen a reirse y beber con nosotros.
De verdad creo que hay otra Feria, quizás sea muy privada, pero es que NO puede ser pública, es Feria de amigos y familia, es Feria de recordar y soñar. Ya sé que soñar es difícil, pero es donde con mucha frecuencia confundo la realidad con el deseo.
Lopera, hace mucho que sabía de usted, me alegro de volver a leerle.
Echo de menos sus recomendaciones literarias...
Un abrazo.
Paco, quisiera hacer un aparte político en tu blog: vi con atención el debate que se llevó a cabo en tu programa y me acordé de la frase bíblica que dice "los hijos de este siglo son en su generación más prudentes que los hijos de luz." (Lc 16,8). ¡Cómo se escabulleron de los ataques del representante del PP!. Pero claro, es que no se puede estar en contra del tranvía para decir a continuación que se va a dejar instalado. Vamos a ver, si eso es una birria se quita, ¿o es que vamos a seguir gastando más dinero?. ¿O es que vamos a mantener de nuevo una empresa deficitaria?. Es absurdo. Pero cuando a uno le da vergüenza defender unos principios pasa eso.
En fín. No tenemos más que lo que nos merecemos.
San Isidoro.Tnemos todos lo que se merecen solo unos pocos y dejemos el victimismo
Pues yo estuve en la misma feria que lopera in the nest...ojo, que no digo que la otra feria no exista, pero es cuestion de elegir que feria vamos a pasar.
saludos,
famos
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