Los muertos también votan
En esta campaña electoral se hace presente la paráfrasis del célebre soneto de Quevedo: el voto más allá de la muerte puede quitar y poner alcaldes
En Sanlúcar la Mayor ha estado Chaves para pasearse por la feria con su antiguo escolta Escámez. Ya lo hizo hace cuatro años cuando para auparlo a la Alcaldía mediante la campaña electoral que más votos da: la que se hace de manera sorda en las barras de los bares, en la penumbra de las tabernas, en el murmullo de las tiendas de comestibles, en esas tertulias de media tarde donde se disecciona todo lo que pasa en el pueblo. Pero esta vez el escolta Escámez anda escamado por una sencilla razón. La gente ya no está tanto con él. Antes lo veían como el conseguidor que llevaría al pueblo todo lo que le pidiera a su señorito Donmanuel. En el cortijo andaluz no hemos superado todavía la dialéctica del señorito y el aperaó.
Escámez se olvidó de los muertos cuando se hizo con la ansiada poltrona. Venía de una Junta donde todos son unos vivos y se le fue la memoria que sostiene los cimientos de un pueblo. Escámez no acudía a los entierros, no les daba el pésame a los deudos, no hacía acto de presencia para cumplir (sic). En Sanlúcar la Mayor se le llama cumplir a la asistencia al entierro. Escámez no cumplió donde tenía que haber cumplido y ahí se le fue empezando a ir el electorado. Luego quiso remediarlo, pero ya fue demasiado tarde: se le veía el plumero.
En los pueblos de la Andalucía profunda los muertos votan con su silencio sepulcral, con la memoria histórica, histérica e histriónica que reivindican los que no tienen nada que reivindicar. Los muertos sirven para arrojarlos a la cuneta del adversario hasta convertirlo en enemigo. Con los muertos se cavan fosas demagógicas y artificiales cuando se pregona a los cuatro vientos que la derecha volverá a fusilar a los pobres como hicieron con sus abuelos. Algo que repiten los hijos de los militares franquistas que pueblan las elites de la progresía.
Los burgos podridos de Azaña se convierten en albañales putrefactos con tanto muerto y tanta corrupción urbanística. Los alcaldes prometen más puestos de trabajo a través de la vía digital del enchufe. Para ello se elige preferentemente a quien tenga muchos hermanos, una familia numerosa que agradezca el regalo con una urna repleta de papeletas. Y si no, se buscan los votos como sea, que de eso saben mucho los caciques de Carboneras. El Gobierno de ZP los indultó sin que ni el alcalde Fernández ni su hermana pidieran perdón, que el voto es el voto y aquí hay que ganar como sea.
En Marbella resucita todos los días el cadáver vociferante de Jesús Gil, la memoria arrojadiza del partido que fundó, los talones que prescribieron aunque algunos cobraran la tela del telón. En Marbella, el presidente de la Junta también ha resucitado la vieja manía del caciquismo. Chaves utiliza su cargo público para apoyar al candidato de su partido con todo el impudor al que nos tiene acostumbrados. Es lo mismo que hace en Sanlúcar la Mayor cuando se pasea del brazo de su antiguo escolta por la feria de las vanidades y de las iniquidades.
El caciquismo campa por sus fueros, y nunca mejor dicho lo del fuero. Vuelven los cesantes aunque ya no sean funcionarios sino personal de confianza. Los ayuntamientos se han convertido en agencias para colocar al personal adicto. Se sortean pisos y dormitorios de caoba. Se compran votos por correo. Se sacan los muertos de los armarios de la historia. Andalucía camina inexorablemente hacia el nuevo siglo: el XIX ya está aquí.
pacorobles63@gmail.com
En Sanlúcar la Mayor ha estado Chaves para pasearse por la feria con su antiguo escolta Escámez. Ya lo hizo hace cuatro años cuando para auparlo a la Alcaldía mediante la campaña electoral que más votos da: la que se hace de manera sorda en las barras de los bares, en la penumbra de las tabernas, en el murmullo de las tiendas de comestibles, en esas tertulias de media tarde donde se disecciona todo lo que pasa en el pueblo. Pero esta vez el escolta Escámez anda escamado por una sencilla razón. La gente ya no está tanto con él. Antes lo veían como el conseguidor que llevaría al pueblo todo lo que le pidiera a su señorito Donmanuel. En el cortijo andaluz no hemos superado todavía la dialéctica del señorito y el aperaó.
Escámez se olvidó de los muertos cuando se hizo con la ansiada poltrona. Venía de una Junta donde todos son unos vivos y se le fue la memoria que sostiene los cimientos de un pueblo. Escámez no acudía a los entierros, no les daba el pésame a los deudos, no hacía acto de presencia para cumplir (sic). En Sanlúcar la Mayor se le llama cumplir a la asistencia al entierro. Escámez no cumplió donde tenía que haber cumplido y ahí se le fue empezando a ir el electorado. Luego quiso remediarlo, pero ya fue demasiado tarde: se le veía el plumero.
En los pueblos de la Andalucía profunda los muertos votan con su silencio sepulcral, con la memoria histórica, histérica e histriónica que reivindican los que no tienen nada que reivindicar. Los muertos sirven para arrojarlos a la cuneta del adversario hasta convertirlo en enemigo. Con los muertos se cavan fosas demagógicas y artificiales cuando se pregona a los cuatro vientos que la derecha volverá a fusilar a los pobres como hicieron con sus abuelos. Algo que repiten los hijos de los militares franquistas que pueblan las elites de la progresía.
Los burgos podridos de Azaña se convierten en albañales putrefactos con tanto muerto y tanta corrupción urbanística. Los alcaldes prometen más puestos de trabajo a través de la vía digital del enchufe. Para ello se elige preferentemente a quien tenga muchos hermanos, una familia numerosa que agradezca el regalo con una urna repleta de papeletas. Y si no, se buscan los votos como sea, que de eso saben mucho los caciques de Carboneras. El Gobierno de ZP los indultó sin que ni el alcalde Fernández ni su hermana pidieran perdón, que el voto es el voto y aquí hay que ganar como sea.
En Marbella resucita todos los días el cadáver vociferante de Jesús Gil, la memoria arrojadiza del partido que fundó, los talones que prescribieron aunque algunos cobraran la tela del telón. En Marbella, el presidente de la Junta también ha resucitado la vieja manía del caciquismo. Chaves utiliza su cargo público para apoyar al candidato de su partido con todo el impudor al que nos tiene acostumbrados. Es lo mismo que hace en Sanlúcar la Mayor cuando se pasea del brazo de su antiguo escolta por la feria de las vanidades y de las iniquidades.
El caciquismo campa por sus fueros, y nunca mejor dicho lo del fuero. Vuelven los cesantes aunque ya no sean funcionarios sino personal de confianza. Los ayuntamientos se han convertido en agencias para colocar al personal adicto. Se sortean pisos y dormitorios de caoba. Se compran votos por correo. Se sacan los muertos de los armarios de la historia. Andalucía camina inexorablemente hacia el nuevo siglo: el XIX ya está aquí.
pacorobles63@gmail.com
3 Comments:
Paco eso ocurre también en los ayuntamientos gobernados por el PP. Triste pero cierto. Quizás no tienen tan perfeccionada la dedocracia. Pero también votan los muertos al PP, te lo aseguro.
Palabra de Zoido, palabra de honor...
No sé, pero escuchando a Zoido en el debate ¿? comencé a pensar en Blaze Starr, aquella stripper de fantásticas peras, y en la frase que le decía su madre: "Nunca confíes en un hombre que te dice confía en mí"...
Y con el movimiento rotatorio de aquellos pompones pegados a sus pezones palisandro...
me quedé estroncao...
Estimado Sr. Robles:
Tiene usted toda la razón. Y a la tristeza de los hechos, sin embargo, usted une la poesía de las palabras bien ordenadas y aderezadas. Por ello le doy las gracias.
Atentamente
Publicar un comentario
<< Home