Rebelión en las aulas
Si uno fuera un aspirante a intelectualoide del régimen no escribiría jamás este artículo. Si uno se dedicara a escribir libros para que los publicara la institución de turno, previo mangazo de una cantidad que nada tiene que ver con los beneficios que nunca generaría el bodrio en cuestión, no se sentaría delante del teclado del ordenador para poner, negro sobre blanco, lo que viene ahora. Si uno viviera de dar conferencias y charlas sufragadas generosamente con dinero público, o si ambicionara un estatus profesional trufado de esos premios que los políticos del ramo conceden a los serviles, entonces no daría a la rotativa este artículo que sale, literalmente, de esa metáfora que sitúa el apasionamiento de la inteligencia en la casquería de las vísceras.
En La Puebla de Cazalla una profesora ha sufrido, una vez más, el ataque de un energúmeno que entró en el centro para agredirla, para humillarla, para amenazarla con una paliza, para machacar su prestigio profesional y para hundir su dignidad personal. Esto no deja indiferente al articulista. Esto provoca una rabia contenida que alcanza su punto de ebullición cuando nos enteramos de la respuesta que la consejera Cándida Martínez le ha dado al caso. En vez de ir personalmente al instituto para mostrar su indignación y su solidaridad con la víctima, en vez de convocar a los medios de comunicación para dejar claro que esos métodos serán perseguidos implacablemente por la Administración, la cándida consejera se reviste una vez más con el traje de la hipocresía y envía un inspector a sueldo para que frene una huelga de profesores.
Está visto y comprobado que este artículo no servirá para atraernos esos favores que mendigan algunos desertores de la tiza que hacen carrera a la sombra del régimen. La consejera seguirá pensando que los pocos que nos atrevemos a decirlo en voz alta somos enemigos personales, miembros de los escuadrones de la derechona, reaccionarios de la caverna mediática. Nada de eso es cierto. No tenemos absolutamente nada contra esta señora en el plano personal. Pero no podemos callar ante esta nueva ignominia. Resulta que el inspector no se interesó por el estado personal de la profesora, que no habló con ella, que no puso todos los resortes de la omnipotente estructura de la Junta de Andalucía a su servicio. Se dedicó, como en tantas otras ocasiones, a hacer lo mismo que llevaban a cabo cuando el régimen era de camisa azul bordada en rojo ayer: a impedir la huelga.
Si nos levantamos contra esa lacra injustificable de la violencia contra las mujeres, ¿por qué consentimos que la Junta de Andalucía trate de ocultar la violencia contra los docentes? ¿Por qué no se levanta el profesorado para salvaguardar su dignidad personal y profesional? ¿Por qué callan y otorgan los sindicalistas a sueldo que, salvo honrosas excepciones como el caso de ANPE o del representante de CCOO en La Puebla de Cazalla, prefieren mirar para otro lado con tal de que no peligre su estatus de liberado que se libra de aguantar el chaparrón de la Logse? ¿Por qué?
El principal problema de Andalucía no es su definición, ni la pamplina de la realidad nacional, ni la metapolítica que sirve de entretenimiento a tantos desertores de la Logse que ocupan los escaños del Parlamento o los sillones de los mil y un cargos públicos nombrados a dedo. El problema más grave de Andalucía está en las aulas. Y hasta que no se rebele el profesorado no tendrá solución. Los observatorios de la no violencia y demás zarandajas logsianas sólo sirven para marear la perdiz. Mientras no se restituya la autoridad del profesorado, mientras los niñatos y sus padres no tengan claro que el que la hace la paga, que para eso estamos en un Estado de derecho, esto irá a peor. Rebelión en las aulas y en los claustros: he aquí la clave para salvar la dignidad de una de las profesiones más hermosas del mundo.
En La Puebla de Cazalla una profesora ha sufrido, una vez más, el ataque de un energúmeno que entró en el centro para agredirla, para humillarla, para amenazarla con una paliza, para machacar su prestigio profesional y para hundir su dignidad personal. Esto no deja indiferente al articulista. Esto provoca una rabia contenida que alcanza su punto de ebullición cuando nos enteramos de la respuesta que la consejera Cándida Martínez le ha dado al caso. En vez de ir personalmente al instituto para mostrar su indignación y su solidaridad con la víctima, en vez de convocar a los medios de comunicación para dejar claro que esos métodos serán perseguidos implacablemente por la Administración, la cándida consejera se reviste una vez más con el traje de la hipocresía y envía un inspector a sueldo para que frene una huelga de profesores.
Está visto y comprobado que este artículo no servirá para atraernos esos favores que mendigan algunos desertores de la tiza que hacen carrera a la sombra del régimen. La consejera seguirá pensando que los pocos que nos atrevemos a decirlo en voz alta somos enemigos personales, miembros de los escuadrones de la derechona, reaccionarios de la caverna mediática. Nada de eso es cierto. No tenemos absolutamente nada contra esta señora en el plano personal. Pero no podemos callar ante esta nueva ignominia. Resulta que el inspector no se interesó por el estado personal de la profesora, que no habló con ella, que no puso todos los resortes de la omnipotente estructura de la Junta de Andalucía a su servicio. Se dedicó, como en tantas otras ocasiones, a hacer lo mismo que llevaban a cabo cuando el régimen era de camisa azul bordada en rojo ayer: a impedir la huelga.
Si nos levantamos contra esa lacra injustificable de la violencia contra las mujeres, ¿por qué consentimos que la Junta de Andalucía trate de ocultar la violencia contra los docentes? ¿Por qué no se levanta el profesorado para salvaguardar su dignidad personal y profesional? ¿Por qué callan y otorgan los sindicalistas a sueldo que, salvo honrosas excepciones como el caso de ANPE o del representante de CCOO en La Puebla de Cazalla, prefieren mirar para otro lado con tal de que no peligre su estatus de liberado que se libra de aguantar el chaparrón de la Logse? ¿Por qué?
El principal problema de Andalucía no es su definición, ni la pamplina de la realidad nacional, ni la metapolítica que sirve de entretenimiento a tantos desertores de la Logse que ocupan los escaños del Parlamento o los sillones de los mil y un cargos públicos nombrados a dedo. El problema más grave de Andalucía está en las aulas. Y hasta que no se rebele el profesorado no tendrá solución. Los observatorios de la no violencia y demás zarandajas logsianas sólo sirven para marear la perdiz. Mientras no se restituya la autoridad del profesorado, mientras los niñatos y sus padres no tengan claro que el que la hace la paga, que para eso estamos en un Estado de derecho, esto irá a peor. Rebelión en las aulas y en los claustros: he aquí la clave para salvar la dignidad de una de las profesiones más hermosas del mundo.
6 Comments:
A ver si esta vez no te vuelven a llamar fascista, porque has comprado muchas papeletas.
Ahora bien, yo me pregunto si el profesorado sobre el que se está terminando de desmoronar nuestro sistema educativo no es complice de todo esto con su silencio. Más bien no me pregunto nada, lo afirmo.
www.elporvenirdesevilla.blogspot.com
Sobre el barrio de El Porvenir y su Hdad. de la Paz
Para delporvenir:
Siempre he sostenido, sobre todo en mis tiempos de docentes, que no hay nada peor que el silencio de los corderos.
Para laninaqueriegalalabahaca:
gracias por los aplausos.
Soy docente y al igual que NUNCA una mujer que es maltratada es culpable de lo que le ha ocurrido, ni ha provocado lo que le ha sucedido, NUNCA un docente tiene la culpa de que los alumnos estén como están hoy (no se puede justificar estas cosas, cuidado con los comentarios acerca de la complicidad de los docentes en estos asuntos). En secundaria los alumnos (no todos) son salvajes, no saben ni sentarse en clase, no tienen respeto por el trabajo de su profesor, ni por el interés de sus compañeros, ni por el buen clima dentro del aula, pero hay que concienciarnos a todos: profesores, alumnos, instituciones,.... y la familia núcleo esencial de la educación de los chavales (La escuela no es el parque donde dejar a los niños de 8 a 2 y media)
¿Rebelión en las aulas? Despierta del sueño. El trabajo de desactivar al profesorado está terminado con éxito. Entre el sector con carnet, los sindicatos, los inspectores al servicio de la causa progre, los CEPs, las AMPAs, etc... han conseguido eliminar cualquier posibilidad de rebelión. No es necesario el silencio, ya que la incomunicación es total. No hay redes de profesorado, salvo las que montan los socialistas para la difusión de su doctrina. Un ejemplo del funcionamiento de nuestra Administración Educativa es el que ocurrió cuando la huelga contra el Partido Popular. La Consejería no descontó el dinero a los huelguistas. Sin embargo, cuando los interinos montaron una huelga contra el gobierno socialista, el descuento en las nóminas fue inmediato. El desarrollo de la L.O.E. dará la puntilla a una profesión imprescindible para una sociedad sana y libre.
Sieterevueltas: me consta de largo tu posicionamiento y como te indignan, en general, los silencios complices.
José María: como comprenderás no entiendo que esos silencios a los que me refiero justifiquen agresiones, he debido expresarme mal, pero obviamente me refería al desmoronamiento del sistema educativo y todo lo que este acarrea (irresponsabilidad del alumnado, falta de respeto, desprecio por el esfuerzo, violencia en las aulas,...) el problema no está en indignarse por una agresión, ¡claro que me indigna!, el problema está en reconocer donde está el origen del problema, creo que te sonará algo así como LOGSE y sus derivaciones, aquí es donde el silencio sí es complice (ojo, del profesorado de instituto y del de universidad, que se traga después unos marrones de verguenza y también sigue calladito). El despropósito educativo que vivimos aflora de muchas maneras.
Sieterrevueltas, de los tres pilares que sostienen a una sociedad democrática -sanidad, justicia y educación-, el último de ellos hace años que se convirtió en una batalla perdida. No hace falta ser docente, sino decente, para darnos perfecta cuenta que cuando el profesor carece de autoridad no hay nada que hacer: el alumno se lo come. Además, si en casa no se enteran -o no se quieren enterar- el niño tiene carta blanca, y hace lo que le viene en gana todo el santo día. Es muy difícil cambiar el mundo, pero podríamos empezar por nosotros mismos, por nuestros propios hijos. Quizás en un futuro no muy lejano, hablo de un par de generaciones, podamos recuperar parte de ese pilar que hoy por hoy no se sostiene ni a sí mismo. Postada, el portero verde y su cuñado han almorzado hoy juntos.
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