viernes, noviembre 24, 2006

La escopeta malaya


A Berlanga lo están copiando por el método Wilde, que no es una academia de inglés aunque lo parezca. A Oscar Wilde se le atribuyen varias versiones de una misma frase. La vida, la realidad o la naturaleza imitan al arte. Primero está la ficción y luego viene el engaño de lo real. En Marbella están rodando la cuarta entrega de la serie que nos regalón Luis García Berlanga durante los años de la transición. El título de la película enlaza con la primera producción de esta saga berlanguiana: “La escopeta malaya”. Los actores de esta farsa se van de la lengua de vez en cuando y cuentan unas historias dignas del magín de Rafael Azcona. Interior, día. Un hombre corpulento, con un cuello digno de un jugador de rugby o de un luchador de sumo. Lo han detenido a pesar de que no ha puesto en Marbella ni un ladrillo: jamás construyó allí. Un policía le ordena, antes de entrar en el calabozo, que se quite los cordones de los zapatos.

-¿Pero usted se cree que con el pedazo de cuello que tengo me voy a poder ahorcar con estos cordones?

Han llegado al juzgado en una caravana espectacular de motoristas y de sirenas, de cortes de tráfico y llamadas por los gualquis, de carreras más propias de Fernando Alonso que de un furgón policial. Después de semejante acelerón llega la hora... de esperar. Setenta y dos horas en el chabolo y cuatro horas en una sala de espera para declarar durante cinco minutos ante un juez que no sabía por qué le habían llevado a ese hombre. ¿A qué venía tanta prisa?

-Y lo mejor de todo es que estábamos incomunicados. Todos reunidos en una misma sala, hablando unos con otros, pero teóricamente incomunicados. ¿Tú lo entiendes? Yo tampoco...

Cuando el juez dictamina las fianzas necesarias para que los pájaros puedan remontar el vuelo, aparecen los abogados con la pasta fresca. Nada de canelones ni de espaguetis. Pasta recién sacada de la caja fuerte: todo en billetes de curso legal.

-Nunca he visto tanto dinero negro en mi vida. ¡Y allí mismo, en el juzgado!

“La escopeta malaya” es una película sin glamour. Del maletín de piel hemos pasado directamente a las bolsas de basura que Mayte Zaldívar guardaba en su casa. Ni siquiera nos hemos detenido en la maleta de polipiel, vulgo skay. Creíamos que el escalón más bajo era la bolsa de deportes, más conocida como macuto, con el emblema de Munich 72. Pero hemos bajado hasta el plástico negro de la bolsa de basura, metáfora brillante y escatológica para descifrar lo que está pasando en la Costa de la Sombra, antes del Sol.

Julián Muñoz es el Sazatornil de nuestra época. Lleva el mismo bigote, y mejora la estética kitsch de su propio personaje con esos pantalones alzadísimos que lucen un cinturón pectoral. La Pantoja es la heroína agraviada y engañada que llora su soledad en un rincón de la finca. Lejos de ella en el espacio, pero muy cerca en el pensamiento, un consejero chavesiano se regodea en su añoranza y sigue mascullando una frase enigmática, digna del Alfredo Landa más landista: “La Pantoja tiene algo”. ¿Qué tendrá la Pantoja, que sus penas deshoja sin nadie que la atienda?

La corrupción, tan bien retratada en la película de Berlanga que se mete en las entrañas de aquella España tardofranquista, es la moneda de uso ilegal que circula por los ayuntamientos de la democracia sin que nadie se moleste en eliminarla. Las viviendas que ahora quieren derribar en Marbella están inscritas en el Registro de la Propiedad y han pagado a Hacienda. El sistema está podrido desde el cimiento hasta el ático. Por eso es necesario que haya un Roca expiatorio y que la trama se tiña con los tonos friquis de las rubias de bote. La Zaldívar es la encargada de dejar la casa limpia para que las apariencias sigan engañándonos: siempre es bueno que alguien saque las bolsas de basura.

5 Comments:

Blogger el escritor escondido said...

Ya sabes lo que se dice: Rubia de bote, c... morenote. Saludos.

2:25 p. m.  
Blogger GFO said...

Nos falta,Robles,el marques de Leguineche y su colección de vellos púbicos,cuidadosamente guardados en frasquitos y etiquetados.
Nos podría servir Zarrias,esa mutación entre Chiquito de la Calzada y Rasputín,tijera en mano y persiguiendo ora a la Pantoja,ora a la Zaldivar,ora a la Marcos en un alarde de coleccionismo y fetichismo sin igual.
De todos modos,a mi lo que me sigue sorprendiendo de este sainete y de la instrucción del juez Torres,es la inopia a la hora de buscar en las cotas junteras,al verdadero muñidor del saqueo.
No es que no se inicie el desfile por la Z de Zarrias,y se les tome declaración,no.Es que ni siquiera se considere el papel de intermediarios y mamporreros como Montaner,perejil de todas las salsas de corrupción,desde los tiempos del difunto Gil.
Que remedos de las Filesas y Malesas,han nacido en Andalucia al calor del ladrillo y han ido a financiar las arcas progres,es evidente.
Lo tremendo,es que todo este cóctel "malayo" se limita a exprimir a personajes del higadillo,folklóricas,el ex de una miss,y una pandilla de constructores que pasaron por caja con rictus de obediencia.
Que triste.

11:01 p. m.  
Blogger eres_mi_cruz said...

Bueno, y qué me dicen de ese personaje que interpreta José Luis de Villalonga... guapo, dandy, amoral, suavón y trincón... parece hecho a medida para Zaplana Mítico.

12:30 p. m.  
Blogger canalsu said...

¿Habrá tsunamis de levante Malayos?

9:22 p. m.  
Blogger Híspalis said...

Estimado Paco. Acabo de inaugurar nuevo blog. Me encantaría que le echaras un vistazo y me pusieses un link en tu blog si lo ves oportuno. Recibe un fuerte abrazo. mi nuevo blog ha nacido gracias a la pasión que siento por esta ciudad... sólo te digo eso. Gracias por tu atención.

4:22 a. m.  

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