viernes, septiembre 21, 2007

La casa de Manolo

En tu casa, Manolo. Quedamos mejor en tu casa sevillana, en la sede del partido que vais a dejar de dulce cuando la terminéis, en esa antigua casa de 1906 que dejará de ser una muestra de la rancia arquitectura modernista para convertirse en una demostración de la posmodernidad chavesiana. El lunes nos hacías, compañero presidente o presidente compañero, en tu artículo de El País la pregunta que dirigían los buitres ligones y leonados a la pieza propicia antes de llevarla al huerto o al SIMCA: ¿en tu casa o en la mía? La respuesta es obvia, buen hombre: siempre en la tuya.

Tu casa sevillana dejará de tener dos plantas para convertirse en un inmueble de seis. Es la multiplicación de los planes y los peces, que también se llama. Se multiplican los planes generales, los estratégicos, los de protección al patrimonio arquitectónico, pero en realidad la multiplicación que funciona es la que hacéis en el partido con la calculadora que os dieron de regalo cuando comprasteis la cafetera de Juan Guerra. Se trata de multiplicar los pisos, las plantas, los metros cuadrados que en esa zona de Sevilla son de oro puro. De momento habéis conseguido que la finca multiplique su valor por diez. El mil por cien, que también se llama. Y eso tiene mérito, Manolo, mucho mérito.

Nos tomaremos esto a guasa, le aplicaremos el ungüento de la ironía para no llamar a las cosas por su nombre, que tú bien sabes que el Diablo Cojuelo entró en Sevilla por la Puerta de Carmona y pasó por el lugar donde hoy tenéis vuestra casa del partido. Ese pícaro levantaba por las noches los tejados de Madrid para enseñarnos lo que se cocía en la intimidad de los hogares, para destapar la costra de hipocresía que envolvía a la España imperial. Ahora podría hacer lo mismo y alzar el velo de los tejados que vosotros, los que os llamáis socialistas, estáis levantando en vuestra propia sede para crecer hacia arriba, para multiplicar vuestro patrimonio gracias a la especulación que luego denunciáis como si no fuerais los primeros a la hora de practicarla.

Habéis dado un pelotazo, Manolo, y tu propio peón de confianza -¿o ya no confías tanto en él como entonces, cuando te sirvió para descabalgar a Caballos?- lo ha dejado claro. “Hemos hecho una buena inversión y hemos tenido suerte”, afirma Viera sin cortarse un pelo. ¿Suerte? ¿Desde cuándo se llama suerte al manejo del urbanismo en beneficio propio? ¿Qué estaría bramando tu fiel Pizarro, ese altavoz que te ha salido mejor que los que se vendían en tu Ceuta natal, si esto lo hubiera hecho la derechona? Utilizáis las instituciones en beneficio del partido, y a eso no hay quien os gane, Manolo. Engrasáis la maquinaria electoral con los préstamos que conseguís como sea: recalificáis la casa del partido y luego pedís el préstamo para la campaña electoral. Así, cualquiera. Hasta Monteseirín es capaz de hacerlo, Manolo, y mira que no es precisamente una lumbrera.

¿En tu casa o en la mía? En la tuya siempre, Manolo, en la tuya. A no ser que uno vaya de honrado por la vida. En ese caso tendremos que quedarnos en nuestras casas, en las que pagamos a golpe de hipoteca sin que nadie nos las recalifique por la cara. La vida es así, Manolo. No puedes ir de honrado y de especulador al mismo tiempo. La tortilla de la foto ha caducado. El bueno de Manolo es una caricatura que te hizo Felipe y que ya está más que borrada por el tiempo... y por el lápiz del urbanismo que manejáis a vuestro antojo. En vuestra casa hay tanto sitio que ya se han metido los de Izquierda Unida. Ahí tienes al comunistoide Rodrigo Torrijos guardando silencio y colocando a los suyos. Si Anguita levantara la cabeza... O la voz. Pero tú no te preocupes, Manolo. La casa es tuya. Y Andalucía, tu cortijo. Y a ver si la próxima vez que el Diablo Cojuelo pase por la Puerta de Carmona lo invitáis para que se sienta, ése sí, como en su propia casa.