martes, agosto 14, 2007

71 años de soledad

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo".

El poeta sintió un vértigo diferente al que le habían contado los compañeros que alguna vez estuvieron al borde de la muerte. No se le apareció su vida en relámpagos sucesivos. Fue algo parecido pero en sentido inverso. El futuro fue pasando ante los ojos atónitos de su memoria mientras los soldados harapientos, tan miedosos como él, cargaban los fusiles con la munición que terminaría por alojarse en su cuerpo.

El poeta vio una España en blanco y negro, un entierro acompañado por un terremoto bajo la lluvia que despedía al general que ordenó su fusilamiento, el hambre cifrada en las cartillas de racionamiento, himnos y banderas, brazos en alto y mordazas en los bajos de la censura. El poeta derramó una lágrima breve y seca ante la Andalucía que pasaba por su mente febril y alucinada, una tierra dominada por señoritos que desvirgaban a las hijas de los gañanes, un país esclavizado por el yugo del caciquismo, pies descalzos de niños desnudos y gritos silenciosos que clamaban justicia en el desierto de la soledad.

Los soldados ya estaban apuntando, el jefe de bigote recortado y voz atiplada iba a ordenar el fuego de un momento a otro, el tiempo volaba hasta un amanecer hermoso de banderas verdes y blancas, de orgullo vociferante, de manifestaciones que devolvían a la calle el escudo y el himno de los hombres de luz. Una sonrisa se heló en su rostro antes de proporcionarle el consuelo de una muerte útil, porque al instante aparecieron los burócratas de turno, una hilera de coches oficiales, una sucesión borgesiana de despachos donde se repartía el poder como siempre, y la burla de sentirse ignorado por los que llegaban al poder en su nombre aunque en la intimidad le llamaran la momia.

Su cuerpo, aún caliente en la noche estrellada de agosto, cayó bajo el ruido fogoso de las balas. Un silencio de sepulcro y de nieve de verano –la muerte tiene estas paradojas, pensó- lo sumió en ese descanso que se parece al vacío. El tiempo dejó de correr por sus venas. Ya estaba muerto para siempre, definitivamente muerto. Su familia guardaría los símbolos y la memoria. Unos cuantos hombres de luz mantendrían vivo su legado intelectual. Y un redactor de agencias lo calificaría en un titular como poeta. Han transcurrido 71 años, que comparados con la eternidad es un grano diminuto que apenas cae por la cintura hueca del reloj de arena.

“El Parlamento andaluz celebra su acto de homenaje al poeta Blas Infante, padre de la ‘patria andaluza’”. Ironías del destino. Ahora resulta que Blas Infante fue un poeta. Dentro de poco alguien dirá que murió en el kilómetro 4 de la carretera de Carmona a causa de un accidente de tráfico. Alguien lo dirá... o alguien lo habrá dicho ya.

Delante del pelotón de fusilamiento es posible que recordara, como un personaje de García Márquez, el día en que su padre lo llevó a ver el hielo, o la nieve de Granada, o el mar de Málaga. Muchos años después, frente al espejo de la memoria, aquel hombre bueno sigue dando el ejemplo de una integridad moral que brilla, como las estrellas de aquel agosto maldito, por su lejanía.
pacorobles63@gmail.com

9 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Mejor descrito imposible. Que manera mas culta y fina de expresar lo que se siente por dentro.

11:30 a. m.  
Blogger Unknown said...

Es muy bueno Paco. Quisiera acompañarte con otro relato del mismo autor. Intentaré ser breve.

"El día que lo iban a olvidar, el alma de Blas Infante resurgió de la despensa del Hospital de las Cinco Llagas para esperar el Audi en que llegaba el señorito. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros de todos los colores políticos".

8:48 p. m.  
Blogger canalsu said...

No es gulia. Soy yo, que no he mirado, antes de publicar, quien ha estado usando el chisme este.

8:54 p. m.  
Blogger Adri y Jose said...

Enhorabuena por este excelente artículo. Magistral, impecable.
Un saludo de un andaluz en Colombia
http://andaluzencolombia.blogspot.com/

2:38 a. m.  
Blogger Raúl Ramírez said...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

10:23 a. m.  
Blogger Raúl Ramírez said...

Gracias por contar en El MUNDO la procesión de la Virgen de los Reyes. Es la primera vez que no puedo estar en Sevilla este día y me has dado la alegría del día al encontrarme en las páginas del periódico tu crónica acompañada de fotografías, algo que no esperaba a 450 kilómetros de la Magna Hispalensis. Y es que con los Mass Media el mundo es un pañuelo...

10:34 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Enhorabuena por ese modo de manejar la pluma, bueno, hoy dias el teclado del ordenador.

Haces que parezca fácil escribir con tanta maestría, y eso sólo lo consiguen los grandes. Algunos sólo soñamos con acercarnos, y ni aún así.

Lo sencillo, lo humano se mezclan en este relato con la verdad desnuda que no todos quieren ver y el resultado es formidable.

Un abrazo desde tierras onubenses.

8:41 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Robles, por tus mulis totis, cuelga aquí la crónica de la Virgen, que no tengo mármol donde esculpirla...

8:46 p. m.  
Blogger Okzelui said...

Magnífico, Sr Robles.

Cuando vi las imágenes de dónde han puesto la estatua de Blas Infante quedé estupefacto.

Maldito régimen de los cabezas.O cabezones.

Saludos.

6:04 p. m.  

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