domingo, noviembre 18, 2007

El que juega con fuego termina quemándose

El que juega con fuego termina quemándose y quemando a los demás. Si los barandas del medio ambiente y del ambiente entero nos aconsejan las barbacoas frías (sic) para impedir los incendios en el bosque, ¿por qué se empeñan algunos en reavivar los rescoldos de la época más nefasta del pasado siglo XX en la ciudad? La historia hay que conocerla hasta donde el cerebro de cada uno sea capaz de llegar, pero no se debe mezclar con los sentimientos que surgen del rencor o de una amargura que se lleva dentro del alma y que busca chivos expiatorios para salir a flote. A ver si nos vamos enterando.

Jugar con el fuego que sembró de cadáveres la ciudad en aquel caluroso y sangriento verano de 1936 es algo indigno. En primer lugar porque las personas que sufrieron aquello ya señalaron el camino del futuro en las tres palabras que nos legó, como un tesoro ético, don Manuel Azaña: paz, piedad y perdón. No se trata de olvidar, sino justamente de lo contrario. No podemos caer, otra vez, en la media memoria histórica que perpetraron los franquistas más recalcitrantes. Debemos acoger en la compasión –es una virtud aunque algún iluminado en el poder se confunda- a todos los que sufrieron aquella locura. Dejando claro que unos fueron más responsables que otros, pero sin eximir a unos para cargar las tintas no contra los otros, sino contra sus teóricos sucesores: ahí está el repugnante quid de la cuestión.

Los que lanzan globitos o los que pintarrajean azulejos no lo hacen por un sentimiento de amor a los que perdieron su vida, sino por un odio que pide a voces el diván del psicoanalista, un rencor que dirigen hacia individuos –somos personas antes que militantes- que nada tuvieron que ver con aquello porque, entre otras razones, ni siquiera habían nacido. Por eso hay que aplaudir la rectificación de Izquierda Unida cuando descalifica, sin palios ni paliativos, estos ataques a los sentimientos y los símbolos religiosos.

Los dirigentes de IU deben echar mano de la sensatez y desmarcarse de esa progresía totalitaria que busca un enfrentamiento civil como sea. Son cuatro locos, pero ya se sabe que con un mechero se puede incendiar un bosque entero. Y ahí está el peligro. Se hace más que necesario el cortafuego oportuno que deje a los cuatro locos en su lugar de costumbre: en la marginalidad que ellos han buscado. No podemos enzarzarnos en un cruce dialéctico a cuenta de un general que traicionó a todo el mundo y que no debe llevarnos, desde su tumba, a traicionarnos a nosotros mismos.

Esta Feria de las Vanidades se reviste hoy, sin que sirva de precedente, de un aire sensato y equilibrado, de ese sentido común que hizo posible una transición que tuvo sus defectos, pero que rayó a una altura impensable para los pregoneros del totalitarismo: y aquí se unen los fascistas y los estalinistas al mismo nivel. Aquella transición ha sido infinitamente más fructífera que la pobre II República que se quedó sin republicanos. Por eso hay que defenderla sin complejo alguno frente a los demagogos que pretenden instaurar un régimen a su medida en el que sólo quepan ellos.

Frente a los ataques con huevos y con globos -¡qué heroísmo digno de pasar a los anales!-, el silencio moderado de una hermandad que es algo más que una simple cofradía. Protegidos por el terciopelo antiguo que les permite ir más allá del presente, los hermanos de la Macarena no han entrado al trapo o al globito de la provocación. La Virgen está, para los creyentes y para los que ven en ella el símbolo más hermoso de la ciudad, muy por encima de estas diatribas. Además, por ahí hay un versículo suelto que habla del perdón a los que no saben lo que hacen.

Se echa en falta, no obstante, una declaración serena del alcalde, un poner pie en pared para que no se extiendan estas prácticas en el ámbito impreciso de la impunidad. Con la autoridad legítima que posee por su cargo y condición, el alcalde de Sevilla debería hablar a media voz, sin gritar pero sin callarse. Alfredo Sánchez Monteseirín tiene una oportunidad de oro para elevarse sobre la lucha partidista. Y Rodrigo Torrijos, también. Si por un momento abandonan los cálculos electorales se encontrarán con una ciudad que agradecerá ese gesto. Afortunadamente no vivimos en aquella década de injusticias sociales que caldeaban el ambiente y lo ponían al rojo vivo o al azul incandescente. No podemos permitir que unos cuantos inconscientes sigan jugando con un fuego que nos recuerda, como se dijo antes, el periodo más cruel de nuestra historia. Porque el que juega con fuego termina quemándose… y achicharrando a los demás.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Hay aspectos de la vida corriente sobre los que pesa la losa de la incoherencia. No siempre son magnitudes congruentes la racionalidad y la tradición. Veamos.

La calle, con la venia del anciano Manuel Fraga, es de todos. De los creyentes, los incrédulos, los agnósticos y los ateos. ¿De acuerdo hasta aquí?.

Sin embargo en Sevilla, donde no he nacido ni vivo, pero sí lo hice durante una docena de años, algunas de sus plazas y calles importantes se convierten durante casi un mes en recinto privado de unos pocos, o muchos que me da igual que me da lo mismo, y procesionan unos señores vestidos de túnica y antifaz, acompañando a unos singulares escenarios movientes que representan un dudoso hecho histórico, apoyado a veces en una somera tradición oral y otras en más que ciertamente apócrifas.

Algunos de los componentes artísticos expuestos -miles de personas en sus cortejos, pero un porciento inferior a la mitad más uno- en esta pretendida representación son de un indudable valor histórico-artístico, pero otras son vulgares figuras recientes de escaso mérito. Esta representación es exclusiva de una determinada religión en un estado no confesional -¿la piedra negra de la Meca?- aunque muchos de sus ¿penitentes? no profesan ninguna religión.

¿Tradición? ¿Exclusión? ¿Apropiación indebida? ¿Imposición obligada? Desde luego muchas más cosas que religión, pero supuestamente basadas -falso- en una de ellas.

Pienso que un templo es propiedad de una iglesia o religión y en ella pueden enterrar, si las leyes civiles lo permiten o permitieron, a quien les parezca bien a sus dueños. A quien no les guste, les basta con no pisar dicho templo.

Me temo no haber alcanzado la equidistancia que pretendía al principio. Pero ni se debe hacer ostentación en lugares públicos como es la calle, de elementos religiosos que deberían perteneencer a la intimidad de cada ciudadano, y menos conculcando la libertad de otros muchos, ni en el recinto privado de una iglesia o el zaguán de un arquitecto o en el portal de un bloque de viviendas se deben arrojar globos con pintura. Ni cáscaras de pipas o botellas vacías.

7:39 p. m.  
Blogger Isaac García Expósito said...

Paz, piedad, perdón....y verdad.

Sin verdad no puede dar lo primero.

10:03 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Completamente de acuerdo. Pero me temo que, a estas alturas del curso académico, la cosa no tiene remedio.Esto es, que ya casi me conformo con que ocupen la calle de forma "ostentórea", originando los daños colaterales que todos los años padecemos. Lo que se me hace insufrible es que se siga considerando normal la utilización del ejercito y los picoletos en estas quermeses diz que religiosas. ¿Saben ustedes que el Viernes Santos ondea la bandera a media asta en Capitanía General? ¿Con motivo de qué, en un estado confesional? Y todavía se habla de "cultura cofrade", en expresión que me recuerda lo de "peña bética-cultural", o aquello otro de "el pensamiento navarro". Y otra cosa, ¿no les parece horrible el verbo procesionar? ¿No hubiera hecho las delicias del maestro Lázaro Carreter? Me pega que sí, pese a que algunos lo sigan considerando el no va más de la exquisitez gramatical.

1:24 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Con su permiso, First_head:
Constitución española, artículo 16, punto primero:
"Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la Ley."
Gracias.

3:29 p. m.  

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