Colgada de la tiza
Cuando despertó, Cándida ya no estaba allí. La consejera se había marchado precipitadamente sin pedir perdón, sin presentar ni una sola excusa, sin admitir error alguno. Cuando ella se despertó del sueño logsiano, cuando llegó al desengaño que siempre es el reverso de la ilusión, su consejera se había apresurado a recoger los papeles y a cambiar de escaño: de Torretriana a la carrera de San Jerónimo, que por algo a la gente como la consejera Martínez lo único que le preocupa es eso mismo, su propia carrera política.
Ella, que es de natural nostálgica y un punto sentimental, echó la vista atrás y se arrepintió por un momento de haber desperdiciado sus notas, su expediente, sus capacidades para la ciencia y para las relaciones públicas. No les hizo caso a sus padres ni a sus profesores. Lo había dejado todo por esa abstracción confusa que se conoce por el resbaladizo nombre de vocación. Ella quería transmitir a los más jóvenes lo que sus maestros le habían inculcado, pretendía sacarlos de la peor marginación que existe: la incultura que nos rebaja la condición humana hasta convertirnos en replicantes, en borregos, en simples seguidores de las consignas que lanza el poder.
Por eso se quedó colgada de la tiza como si fuera un pintor al que le retiran el andamio y se agarra desesperadamente a la brocha. Al principio llevaba muy mal los desplantes de ciertos alumnos que poco a poco se convertían en insultos, en vejaciones, en amenazas que una vez –le da vergüenza recordarlo- llegó a la bofetada que le propinó una alumna sin que nadie tomara medidas. “Compréndelo, la orientadora la ha diagnosticado y viene de una familia desestructurada, un proceso judicial sólo agravaría el asunto y criminalizaría a los demás chicos del instituto y del barrio, ya sabes cómo son los medios de comunicación de la derechona...” Aquel jefe de estudios ocupa actualmente un cargo de asesor técnico en la Consejería de Educación, hizo carrera –otra vez la carrera- en el partido después de tapar huecos y bocas, y así le va.
Leyó que Cándida se iba a Madrid en uno de los periódicos que el director del centro compra para que se distribuya en la sala de profesores: ni están todos los que son, ni son todos los que están. Lo leyó sin dar crédito a lo escrito, como si fuera uno de esos alumnos que pasan su vista por el papel sin absorber las manchas de tinta que un día interpretaban, al menos, como letras del abecedario. Al poco tiempo apareció el informe PISA y entonces lo comprendió todo, como si se cayera del caballo de la Logse, como si ya no le sirvieran los argumentos que ella se construía para darle un sentido a su vocación profesional. Estábamos peor que antes, como le decía a cada momento ese compañero que le caía mal porque era un facha, un resentido, un autoritario, un individuo excesivamente crítico con el poder democrático y progresista que el pueblo había elegido libremente en las urnas.
Aquella fría y clara mañana de diciembre lo vio todo como si el informe PISA fuera el Aleph de su admirado Borges, un gran escritor a pesar de su ideología: ser progre es así. Vio la decadencia, el abandono de los alumnos, de los padres que ya no saben qué hacer con sus hijos, de los equipos directivos que luchan como titanes o que se buscan un hueco en la Consejería de Educación, ese remanso burocrático en el que nadie la llamaría enana o gordita, en el que jamás aparecería una madre iracunda con la amenaza de cogerla por los pelos y arrastrarla por todo el barrio como le riñera otra vez a su hija.
Entonces fue cruel por primera vez con la consejera que la había dejado sola ante el peligro. Colgada de la tiza, con la mirada hundida en un futuro cada vez más oscuro, recordó en voz alta que las ratas son las primeras en abandonar el barco. Y que ella nunca dejaría a sus alumnos solos ante el naufragio
Ella, que es de natural nostálgica y un punto sentimental, echó la vista atrás y se arrepintió por un momento de haber desperdiciado sus notas, su expediente, sus capacidades para la ciencia y para las relaciones públicas. No les hizo caso a sus padres ni a sus profesores. Lo había dejado todo por esa abstracción confusa que se conoce por el resbaladizo nombre de vocación. Ella quería transmitir a los más jóvenes lo que sus maestros le habían inculcado, pretendía sacarlos de la peor marginación que existe: la incultura que nos rebaja la condición humana hasta convertirnos en replicantes, en borregos, en simples seguidores de las consignas que lanza el poder.
Por eso se quedó colgada de la tiza como si fuera un pintor al que le retiran el andamio y se agarra desesperadamente a la brocha. Al principio llevaba muy mal los desplantes de ciertos alumnos que poco a poco se convertían en insultos, en vejaciones, en amenazas que una vez –le da vergüenza recordarlo- llegó a la bofetada que le propinó una alumna sin que nadie tomara medidas. “Compréndelo, la orientadora la ha diagnosticado y viene de una familia desestructurada, un proceso judicial sólo agravaría el asunto y criminalizaría a los demás chicos del instituto y del barrio, ya sabes cómo son los medios de comunicación de la derechona...” Aquel jefe de estudios ocupa actualmente un cargo de asesor técnico en la Consejería de Educación, hizo carrera –otra vez la carrera- en el partido después de tapar huecos y bocas, y así le va.
Leyó que Cándida se iba a Madrid en uno de los periódicos que el director del centro compra para que se distribuya en la sala de profesores: ni están todos los que son, ni son todos los que están. Lo leyó sin dar crédito a lo escrito, como si fuera uno de esos alumnos que pasan su vista por el papel sin absorber las manchas de tinta que un día interpretaban, al menos, como letras del abecedario. Al poco tiempo apareció el informe PISA y entonces lo comprendió todo, como si se cayera del caballo de la Logse, como si ya no le sirvieran los argumentos que ella se construía para darle un sentido a su vocación profesional. Estábamos peor que antes, como le decía a cada momento ese compañero que le caía mal porque era un facha, un resentido, un autoritario, un individuo excesivamente crítico con el poder democrático y progresista que el pueblo había elegido libremente en las urnas.
Aquella fría y clara mañana de diciembre lo vio todo como si el informe PISA fuera el Aleph de su admirado Borges, un gran escritor a pesar de su ideología: ser progre es así. Vio la decadencia, el abandono de los alumnos, de los padres que ya no saben qué hacer con sus hijos, de los equipos directivos que luchan como titanes o que se buscan un hueco en la Consejería de Educación, ese remanso burocrático en el que nadie la llamaría enana o gordita, en el que jamás aparecería una madre iracunda con la amenaza de cogerla por los pelos y arrastrarla por todo el barrio como le riñera otra vez a su hija.
Entonces fue cruel por primera vez con la consejera que la había dejado sola ante el peligro. Colgada de la tiza, con la mirada hundida en un futuro cada vez más oscuro, recordó en voz alta que las ratas son las primeras en abandonar el barco. Y que ella nunca dejaría a sus alumnos solos ante el naufragio
7 Comments:
Si algo no le perdonará la historia, la escriba quien la escriba, a esta generación de políticos a la que me resisto a llamar 'socialistas', es la hecatombe de no haber sabido gestionar estos casi treinta años a caballo entre los siglos XX y XXI la difícil cuestión de la educación.
Porque no nos engañemos, a nivel mundial, universal o como quiera llamársele, estamos inmersos en una crisis de valores éticos, sociales, religiosos y económicos a la que no se le ve aún la salida.
Quienes vivan dentro de otros veinticinco o treinta años, quienes además conserven la cada vez más escasa capacidad de raciocinio, es posible que contemplen nuestros días como los de la confusión y la pereza intelectual.
La llamada derecha tampoco se irá de rositas, pues en este período ha tenido al menos ocho años para reducir los daños e hizo poco o nada para poner remedio.
La generación de los sesentayochistas hizo una Lode, luego una Logse y lo actual que responden solo a míticas elucubraciones que han caído en muy poco tiempo en descrédito. Sin embargo han sido los logreros, los escaladores, los trepas quienes se han mantenido aferrados a unas ideas, cuyo fracaso se vio a los pocos años de su ensayo.
En Andalucía además, han seguido el facilísimo y trillado sendero del caciquismo, de mantener a la sociedad en la ignorancia y el vientre lleno. Conjugando tres factores, una educación vergonzante, unos medios de comunicación sobre todo la tva ignominiosa y una estabulación subvencionada, han llevado a la ciudadanía al más vil estado de encanallamiento generalizado.
El futuro pasará inexorable factura. Ya ha comenzado a pasarla.
Hace unos años hababa yo con un funcionario. Me quejaba yo de que cierto personaje de medio carguillo, después de un horrendo ejercicio de su autoridad y responsabilidad y, tras la protocolaria dimisión cesante o cese dimisionario del carguete, volvió sólo unos días a su trabajo como funcionario de a pie, porque al cabo de ellos fue ascendido a un nuevo despacho, de entre los más honrados y honoríficos tanto como inoperantes e inútiles. El funcionario en cuestión me espetó la siguiente explicación: “Hombre, ten en cuenta que no se puede consentir que alguien que ha mandado sobre el personal se tenga que bajar a compartir mostrador con sus antiguos mandados. Hay que tener un poco de consideración y ser agradecidos. Eso sería como arrojarlo a los pies de los caballos”.
Paco, ¿apuestas algo que vemos de Catedrático de la Historia de la Ideas Políticas a Lolo Silva?.
No hay cojones para llamar a las cosas por su nombre.
Cuando estalle la burbuja del conformismo va a dejar en pañales a la inmobiliaria.
Dentro de una generación seremos un gran rebaño de pobres-ricos (o de ricos-pobres.
Feliz Navidad querido Paco. Que todos tus deseos se cumplan y disfrutes de una Nochebuena cargada de buenos momentos.
Un fortísimo abrazo.
Vale, aguaó. Y a los demás que entramos en el blog, que nos den por saco.
¿De qué vas, tronko? ¿Dónde te educaron? Conoces la dirección electr. de Paco. Podías haberlo felicitado de otro modo.
Yo sí deseo a cuantas personas de buena voluntad convivan esta noche con los suyos, que el Niño que nace -para los que crean en Él- o el sol que renace, alumbre la paz y la concordia. Incluso para ese aguaó egoista que ignora a los demás.
Pax vobis.
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