Mentiras

“Con mentiras sobre la economía no se sale de la crisis”. La frase de Javier Arenas está bien para un titular pero en Andalucía no sirve. De momento hay que negar la mayor, que diría un escolástico. ¿Quién ha dicho que haya que salir de la crisis? ¿Acaso no está el pueblo andaluz mucho mejor así, estabulado en la paguita y la subvención, recluido en los cuarteles de invierno y esperando la caía del maná de Manolo? ¿Cree Arenas que a los mandarines de esta Bética chavesiana les interesa una sociedad desarrollada económicamente? ¿No será más bien lo contrario? ¿O es que vamos a descubrir a estas alturas e la película que el BOJA no es más que un variante del riego por goteo político para que nadie destaque y todos sigan pidiendo la limosna laica al nuevo señorito andaluz?

El Gobierno de Aznar salió por la puerta de atrás por culpa de las mentiras y las medias verdades que lo llevaron al desastre. Todo aquello, combinado con una astuta campaña de agitación y propaganda que se apoyaba en otras tantas verdades manipuladas, provocaron la llegada de Zapatero al poder. En la Moncloa se puede acuñar la frase popular: el que la hace, la paga. Aquí, en este remanso del Régimen que nos ha tocado vivir, el que la hace, la cobra.

En Andalucía las mentiras forman parte del programa electoral que refrenda el pueblo a sabiendas de que el señorito Donmanuel no cumple lo que promete. En realidad se trata de algo más sutil. La mentira es abrupta, está llena de aristas, corta e incluso hiere al que la denuncia cuando se enfrenta con el omnímodo –y omnívoro, porque tragan como nadie- aparato de propaganda que sostiene al Régimen. Por eso es mejor hablar de embustes, de engaños, de triquiñuelas de trilero. Con la promesa de las vacaciones y los sueldos a las amas de casa no ha viajado ninguna señora a ninguna parte, pero Chaves no se ha movido tampoco del sillón, que es de lo que se trata. Demos el salto en plan silogismo de hampa o germanía y lleguemos a la conclusión que desmonta la tesis de Arenas: con mentiras no se saldará de la crisis, pero se conserva el poder, que es de lo que se trata.

Las previsiones de crecimiento negativo -¡eso es un eufemismo y lo demás es cuento!- se revisan semanalmente. Da igual. Se promete el pleno empleo de marzo y cuando todavía no ha pasado un año de aquello se asume que el paro seguirá alcanzando cifras históricas que en otros lugares serían histéricas. Da igual. Viene Pepiño Blanco y nos dice en nuestra propia cara que en Valencia o Murcia están pero que nosotros porque allí crece el paro más que aquí. Y nos lo creemos por una sencilla razón: los valencianos y los murcianos envidian a los andaluces… por las que hilaban en el desmantelado sector textil andaluz.

Lo único que funciona a las mil maravillas es la financiación del partido. ¿Qué partido va a ser? El único, el que manda, el que exige un impuesto orgánico a los asesores que cobran un sueldo público. Con nuestros impuestos pagamos al asesor de turno, un perfecto inútil que se dedica a hacerle el trabajo sucio al partido, y luego el aparato lo obliga a entregar parte de ese parné, que es nuestro, a las arcas de la organización. Si esto no es una corruptela marinera, que venga Juan Guerra y nos invite a un cafelito.

El nivel ético y estético de esta Andalucía rebajada no deja de crecer… hacia abajo, como las cifras económicas. ¿Qué puede esperarse de un partido que se financia a través del dinero público que cobran los militantes a los que el mismo aparato coloca en puestos que deberían ejercer los andaluces más preparados? Pues esto: el embuste, la trola, el engaño, la triquiñuela del trilero. Con las mentiras no se sale de la crisis. Vale. Pero con esos embustes tampoco se sale del palacio de San Telmo. Que es de lo que se trata.