lunes, enero 14, 2008

Entrevista a Álvaro Pastor Torres

"Los sevillanos siempre hemos sido unos cobardes acomodaticios”

Álvaro Pastor Torres (Sevilla, 1966) vivió en Paradas hasta los doce años. La transición le pilló estudiando el BUP en el San Francisco de Paula, donde hacía rabona para ir al Jueves o asistir a secretos ritos de Sevilla como la procesión de la espada de San Fernando. Historiador de la Ciudad y del Arte, ha dado a conocer noticias inéditas de artistas como Alonso Cano, Pedro Roldán, Leonardo de Figueroa o Domingo Martínez. Además es profesor de instituto, empedernido paseante por la ciudad de la gracia y de la guasa, escritor vocacional y hasta ayuda de mozo de espadas ocasional por esos pueblos de la España más profunda donde el miedo se masca en las plazas de carros y talanqueras.


-Defíname Sevilla si es posible.

-“Vocablo musical a cuyo mágico conjuro...” O eso de “una señora bien que muchas veces más parece una meretriz” (traduzco para los niños de la ESO: puta). Aunque no sé yo ahora si Sevilla es una ramera de amplias tragaderas o una travestida que no la reconoce ya ni la madre que la parió, como vaticinó una vez el Guerra, el político, no el torero. Travestida -de piel sensible, faltaría más-, y además le cabe todo: un estadio no olímpico muerto de risa, un museo arqueológico propio de las épocas que atesora, derribos de edificios protegidos, un barrio de Santa Cruz convertido en parque temático, las setas de la Encarnación... y hasta las catenarias del tranvía. Para eso están los mamporreros de costumbre en prensa, radio y televisión; para hacerlo más llevadero.

-¿Y dónde está la Sevilla que a usted le ilusiona?

- En principio puede estar muy bien esa ilusión, ese espejismo que nos creamos y nos creemos, pero siempre que no nos salgamos de la burbuja de la ciudad amada, soñada, idolatrada, idealizada… “El hombre que vive sueña lo que es hasta despertar”. Se acaba el hechizo en el momento en que pisamos la primera majá de un perro en cualquier acera de esta Muy Incívica y Sucia Ciudad.

Para Pastor Torres lo que se está haciendo en la Encarnación es mucho peor que el derribo del palacio de los Sánchez Dalp: “Aquello fue como lo moros de Queipo de Llano, que de tanto pasearlos se magnificó el asunto. Era un palacio neo-todo de ayer por la mañana con un toque hasta kitsch. Si me apuran más se perdió cuando derribaron el palacio de los Levíes, o la casa de los condes del Águila o la Aduana. O el convento de las Vírgenes, que no hace tanto. La Encarnación era un palimpsesto para leer del tirón un porrón de siglos de nuestra Historia... y para conservarlos. Pero ha sido arrasado inmisericordemente por el hormigón en nombre de una supuesta modernidad que yo no termino de verla”.

-¿La Anunciación entre las setas es obra de Arguiñano?

-Sí, hasta me ha salido una receta, pero muy indigesta: cúpulas empanadas. Se coge una cúpula, la que más coraje dé, y se mezcla bien con un kilo bien despachado de modernidad mal entendida, cuarta y mitad de prepotencia, tres toneladas de hormigón a granel, veinte kilómetros lineales de vigas de hierro, dos onzas de pasividad ciudadana, una pizca de vanidad en forma de placa “Este engendro fue inaugurado por Fulanito”. Si García de Vinuesa y Federico Rubio, que se cargaron las murallas, tienen hasta buenas calles en el nomenclátor hispalense… Y al final, un toque de progresía de manual bien untada para justificar el disparate.

-Dígame algo del metrocentro.

-Un juguete muy caro. Uno se puede gastar en estos días con los Reyes 30 o 40 euros en un juguete, 100 si hace virguerías, pero 80 millones en un trenecito que hoy por hoy no conduce a casi ninguna parte... Lo mismo es que como yo no tengo hijos no sé bien cuánto valen los juguetes.

Álvaro Pastor no se siente optimista, “¿pero tengo motivos? Caos del tráfico, inseguridad, la mala educación, la destrucción del urbanismo con la manía de alinear las calles, el Betis con sus fatiguitas de muerte, la falta de un torero de Sevilla, la Alameda, que la van a dejar para coger de nuevo la piqueta y empezar otra vez... Y tampoco los indicadores económicos y demográficos son muy esperanzadores que digamos”.

-Alguien tendrá la culpa de todo esto…

-Empecemos por nosotros, por nuestra secular indolencia y cobardía. Aquí cuando hay un muro que franquear agachamos la cabeza y echamos mano de la política vaticana: ya escampará. Y como llueve poco, siempre termina escampando. Además si el poder es guatemala, la oposición es guatepeor. Y que el grupo que menos votos ha sacado en un distrito, con diferencia, pida gobernarlo en el reparto de estampitas parece una venganza del tipo “ahora te vas a enterar”. Por cierto no sé si se ha fijado que el parquecito infantil que han puesto en la Alfalfa, salvando el naranja para despistar, tiene los colores de la bandera republicana.

-Vayamos del presente al pasado. ¿Quiénes son sus maestros en Historia de Sevilla?

-Antonio Burgos me abrió las puertas de la literatura y del periodismo, y me marcó –y sigue marcando- muchos caminos. Con Joaquín Caro Romero aprendí a regatear en el Jueves. Rafael Montesinos me enseñó a mirar la Ciudad de otra forma; el pintor Juan Romero a captar otras realidades, y el escultor y orfebre Manolo Domínguez, el verdadero sentido de la sencillez. Los profesores Serrera (q.e.p.d.), Valdivieso y Morales me redescubrieron el Arte que me empezó a enseñar en Paradas el bueno de Enrique “El Sacristán” Y don Joaquín González Moreno, para el que pido desde aquí una calle en Sevilla, me dio inolvidables lecciones de Historia y de vida hasta sus últimos momentos.

La Historia de Sevilla, sin embargo, no es muy rentable, ya que “Justino Matute estuvo en la cárcel por colaboracionista con los franceses, las pasó canutas y acabó sus días endeudado después de dejarse las pestañas en esto. Y don Félix González de León tuvo que ser pensionado por el Ayuntamiento con cinco reales diarios en sus últimos años de su vida”.

-Se cumplen este año dos siglos de la invasión francesa. ¿Qué tal se portó aquella Sevilla de 1808?

-Volvimos a ser lo que siempre fuimos: unos cobardes acomodaticios. Cuando los franceses usaron las capitulaciones de Torreblanca como papel “El Elefante”, y se pusieron a saquear edificios, aquí en vez de montar un cirio como en Madrid, Zaragoza o Gerona le tocamos las palmas a José I y encima le sacamos las procesiones a la calle. Goyeneta estuvo en el poder municipal antes, durante y después de la invasión: eso es para nota. Salvo González Cuadrado, Palacios Malaver y algunos otros del Santo Congreso Hispalense que se jugaron el cuello (y algunos acabaron con él estrujado por el garrote vil), los demás contemporizaron con los invasores. Eso sí, cuando en agosto 1812 bajaron la cuesta de Castilleja las tropas anglo-españolas para liberar la ciudad, aquí todo el mundo era ya patriota, salían de debajo de las piedras.

-Pues ahora algunos dicen que los gabachos no eran tan malos…

-Y que fomentaron el teatro cómico. Pero qué quiere que le diga, cada vez que entro en la iglesia del señor San Jorge, vulgo Santa Caridad, y echo en falta los cuatro Murillos que rompen uno de los más geniales programas iconográficos barrocos del mundo, pues me acuerdo de toda la familia del mariscal Soult. Será que uno es un sentimental para estas cosas.

Hablemos de cofradías

Álvaro Pastor piensa, con Núñez de Herrera, que la Semana Santa “nace y crece como una planta. Dura siete días y en ese tiempo germina, levanta el tallo, florece, fructifica y grana”. Todo lo más, Cuaresma. “Fuera de ahí –y hasta muy dentro desgraciadamente- el friquismo impera y hace de las suyas. El nivel está bajito, como el del resto de la ciudad. Además, desde que quitaron al subsahariano del paso de los Despojos esto ya no es lo que era”. La Carrera Oficial debería volver a la gestión del Ayuntamiento, y al Consejo de Cofradías “lo metemos en un papelón de pedacitos”. ¿Acompañado de tinto? “Sí, del peleón, no vaya a ser que aluno se queivoque y se crea un gran reserva por la etiqueta del chaqué”. El entrevistado es consciente de que estas opiniones pueden terminar en un dossier, y por eso lleva una chapa en la solapa: “¿Pregones? No, gracias”. Confiesa que este año ya ha rechazado dos o tres. Y en cuanto a los candidatos a presidir el Consejo de Cofradías, “no tengo hecho un máster en chismorreos de sacristía. Pero bueno, hay gente pa tó. Cosas más raras se han visto. A unos les da por la papiroflexia, y a otros, como al marqués de Leguineche, por coleccionar vello púbico”.

jueves, enero 10, 2008

El club de la memoria

Es un lujo compartir periódico y amistad con Eva Díaz Pérez, flamante finalista del Nadal con una novela que hunde sus raíces literarias en una memoria que se parece demasiado al olvido. El club de la memoria cierra la primera trilogía de esta joven autora que aún no ha llegado a los cuarenta y que escribe como si ya estuviera de vuelta, como si hubiera vivido los años terribles y fascinantes de aquella España que se desgarró en dos bandos mientras sus hijos más ilustres no tenían dónde caerse muertos ni dónde escaparse vivos. En Memoria de cenizas se metió en los reductos iluminados del protestantismo que desafiaba a la unicidad de su época, y en Hijos del Mediodía se atrevió a escribir sobre una Sevilla que existió más en los libros que en sus propias calles. Ahora se saca del magín este club de le memoria que a buen seguro no tiene nada que ver con la memorieta de opereta y oropel que quieren vendernos los mismos que han prostituido aquel ideal de las Misiones Pedagógicas que abrieron un portillo de esperanza en plena II República.

Hemos hablado más de una vez con Eva sobre este tema que nos encoge el alma a los dos. Se eriza el vello de le emoción cuando uno se imagina a poetas tan fríos como Cernuda deambulando por aquella España pobre y gris, por aquellos pueblos donde eran recibidos con un respeto que hoy no existe hacia los ilustrados. Aquella Misiones Pedagógicas que Eva retrata en su nueva novela han degenerado en una Andalucía kitsch, falsa como los farsantes que manipulan nuestra cultura popular hasta el límite de convertirla en una mascarada hueca que sirve como trampolín para sus bastardos intereses electoralistas.

¿Qué dirían aquellos misioneros republicanos si se encontraran con el canalillo autonómico de Chaves y compañía? Encima tienen la poca vergüenza de proclamarse herederos de aquellos héroes silentes que pagaron muy caro su compromiso con la cultura y la libertad: la derrota, la humillación, el exilio, los campos de concentración… o la muerte, que ni siquiera era la gran igualadora de la mitología medieval. Ahora todo es distinto. Una tropa de mindundis encaramados al poder se reparte los despojos de la Andalucía más culta y le ofrece al pueblo la casquería casquivana y barata que lo mantiene adormecido.

Además, el caso de Eva Díaz es paradigmático y sirve para desenmascarar el montaje de los observatorios, institutos, asociaciones y demás morralla feministoide que sirve para colocar en las listas a las tontas del régimen. Eva se ha ganado su prestigio literario a pulso. No ha caído en las suaves y melosas garras de esa literatura presuntamente femenina que ni es lo uno ni lo otro. Alejada de los circuitos culturetas del régimen, esta mujer libre e independiente está forjando su obra con la única herramienta que tiene a mano: la palabra. Lo demás es cuento.

Bienvenida sea la novela de la compañera que trabaja en una redacción que se resiste a las componendas del régimen. Frente a tanto comedor y bebedor a cuenta del presupuesto público, frente a los profesionales de las lecturas y conferencias pagadas a precio de oro, la labor callada y fructífera que no tiene otra salida que las páginas silenciosas de una novela donde se deja hablar al viento de la memoria, que diría Onetti.

Los Reyes Magos nos han traído esta íntima alegría, este gozo que se mezclará con la historia amarga de la novela que pronto leeremos para recomponer el equilibrio de la vida: mitad miel, mitad acíbar. Eligió el mismo pseudónimo que utilizaba Rafael Porlán, un poeta perdido que nos ha hecho disfrutar de momentos muy hondos. Se llama Eva y ofrece libros como manzanas. Y como se dijo antes, es un lujo compartir periódico y amistad con una mujer que no entiende de cuotas: la libertad es algo que no puede cerrarse con una cremallera.

jueves, enero 03, 2008

Treinta ceniceros para una ciudad sin tabaco

En Sevilla se instalan treinta ceniceros callejeros y eso es noticia. Se convoca una rueda de prensa, los medios acuden solícitos para anunciar la buena nueva y el Ayuntamiento pone a funcionar lo único que funciona en la ciudad: la maquinaria de su propaganda. Al cabo de una semana se cierra la fábrica de tabacos más antigua de Europa y casi nadie se hace eco de la noticia. La ciudad que fue capital del tabaco, la urbe que atraía el producto que llegaba de las Indias para revolucionar hábitos y costumbres en el Viejo Mundo, la Sevilla que fue escenario de la Carmen de Bizet y Merimée se despeñaba por el hueco negro del olvido y casi nadie –los cuatro locos de siempre- decía absolutamente nada.

Para disipar el humo tabaquero que ya no saldrá empaquetado del abandonado barrio de Los Remedios, la Junta de Andalucía ponía en marcha la mejor estructura propagandística de España. Chaves, alias Erchave para el agente Castellano, se permitía el lujo de visitar las obras del metro que debería haberse inaugurado hace un año y medio. A todo esto, la consejera Gutiérrez, que no conoce el pudor desde aquel 23 de junio de 2006 en que debería haber presentado su irrevocable dimisión, se permitía otro lujo aún más inverosímil: anunciar que el metro funcionará en otoño de 2008. Dos años y medio de retraso para una obra que si al final cumple los últimos plazos previstos entrará en funcionamiento al cabo de casi diez años de su inicio: el pacto para que el entonces perdedor Monteseirín llegara a ocupar la poltrona de la mano de Rojas Marcos se firmó en 1999, o sea, en el siglo pasado.

En los dos años y medio que lleva la escuálida línea 1 de retraso se han hecho en Madrid 90 kilómetros de metro. A ver cómo cogen esa mosca por el rabo Erchave y su consejera. Se va el año 2007 y no se inaugura la línea que debería estar funcionando desde el año anterior y que se anuncia para el final del siguiente. Si esto no es un año en blanco, que venga Dios disfrazado de solsticio de invierno y lo vea. A cambio, ese tranvía del año o del desengaño que se avería un día sí y otro no, que se corta por cualquier manifa sin que haya un plan B para llevar a los viajeros de un punto a otro de su larguísimo recorrido. ¿Timo o tomadura de pelo? Que cada uno lo llame como más le plazca.

Frente al cierre de la fábrica que fue emblema de la Sevilla del Siglo de Oro, frente a la falta de infraestructuras que permitan el uso del transporte público en un área metropolitana colapsada –Lopera diría acolapsá-, frente a una ciudad que está entrampada hasta la coronilla, dicho sea en el sentido craneal y no monárquico del término para que no se molesten los fariseos de IU que van en coche oficial mientras propagan las bondades del chapucero carril para las bicis, los barandas que mandan en la ciudad se dedican a fragmentarla. Divide y vencerás en las elecciones municipales. Búscate un enemigo que tape tus vergüenzas y te mantendrás en el poder.

Chaves Nogales –no confundir con Erchave cuyo nogal agita Pizarro para que caigan las nueces del amordazamiento a la prensa libre- no podría escribir hoy su libro con el título en singular. La ciudad se ha convertido en las ciudades. Sevilla es la ciudad donde se planifica un gueto gay como si los homosexuales fueran, a estas alturas del siglo, unos especimenes diferentes al resto de la humanidad. A los musulmanes pretenden llevárselos fuera del laberinto urbano que es precisamente el mayor legado de la Ixbiliya islámica. En vez de integrarnos todos en la ciudad barroca que siempre fue Sevilla, se hacen compartimentos estancos para que el poder imperante pueda ejercer su demagogia al uso y al abuso.

Gays en la Alameda, inmigrantes en el Cerezo, seguidores de Mahoma en un descampado más allá de la nueva muralla que ya no es la coracha sino la SE-30, fachas y pijos en Los Remedios, los nuestros en Pino Montano y en Sevilla Este… Y el casco antiguo convertido en un parque temático despojado de su fisonomía tradicional para dejar claro que aquí mandan los catetos posmodernos de la ciudad de las personas. El círculo se cierra y el puzzle se completa. Así será, así está siendo ya la Sevilla del siglo XXI.

De la Carmen de Merimée, a la Concha Gutiérrez de Chaves sin Nogales. Las cigarreras pertenecen a la memoria muerta de la Sevilla rancia, que diría un posmoderno a sueldo. Sevilla se ha liberado del humo fatídico del tabaco. Se ha cerrado una fábrica que tenía 400 años y se han inaugurado treinta ceniceros. Feliz y Próspero Merimée 2008.

Garrido&Moeckel

Moisés en el Salvador. Escritos así parecen una pareja de abogados o de asesores de prestigio. Entre los dos llevaron las riendas de la gran obra que se ha hecho en esta ciudad a lo largo del siglo que ya está entrando en el final de su primera década. El Salvador es hoy una gozosa realidad porque Garrido y Moeckel se empeñaron en que lo fuera. Ninguno de los dos asistió a la reinauguración del templo. El uno, por aquello de la muerte que siempre madruga en esta ciudad que le rinde culto a sus imágenes mayores durante la Madrugada de Dios, que diría Montesinos. Y el otro, por esos silencios cortantes, por esa dejadez calculada que anida en todos los sectores de la ciudad: no hay que darle protagonismo a la gente, no vaya a ser que nos deje en evidencia. Un Moeckel, por cierto, que no tiene nada que ver con el abogado de Erchave, ya que últimamente gana todos los pleitos. Garrido&Moeckel: Moisés por partida doble que no vieron la tierra prometida del Salvador.