Entrevista a Álvaro Pastor Torres
Álvaro Pastor Torres (Sevilla, 1966) vivió en Paradas hasta los doce años. La transición le pilló estudiando el BUP en el San Francisco de Paula, donde hacía rabona para ir al Jueves o asistir a secretos ritos de Sevilla como la procesión de la espada de San Fernando. Historiador de
-Defíname Sevilla si es posible.
-“Vocablo musical a cuyo mágico conjuro...” O eso de “una señora bien que muchas veces más parece una meretriz” (traduzco para los niños de
-¿Y dónde está
- En principio puede estar muy bien esa ilusión, ese espejismo que nos creamos y nos creemos, pero siempre que no nos salgamos de la burbuja de la ciudad amada, soñada, idolatrada, idealizada… “El hombre que vive sueña lo que es hasta despertar”. Se acaba el hechizo en el momento en que pisamos la primera majá de un perro en cualquier acera de esta Muy Incívica y Sucia Ciudad.
Para Pastor Torres lo que se está haciendo en
-¿
-Sí, hasta me ha salido una receta, pero muy indigesta: cúpulas empanadas. Se coge una cúpula, la que más coraje dé, y se mezcla bien con un kilo bien despachado de modernidad mal entendida, cuarta y mitad de prepotencia, tres toneladas de hormigón a granel, veinte kilómetros lineales de vigas de hierro, dos onzas de pasividad ciudadana, una pizca de vanidad en forma de placa “Este engendro fue inaugurado por Fulanito”. Si García de Vinuesa y Federico Rubio, que se cargaron las murallas, tienen hasta buenas calles en el nomenclátor hispalense… Y al final, un toque de progresía de manual bien untada para justificar el disparate.
-Dígame algo del metrocentro.
-Un juguete muy caro. Uno se puede gastar en estos días con los Reyes 30 o 40 euros en un juguete, 100 si hace virguerías, pero 80 millones en un trenecito que hoy por hoy no conduce a casi ninguna parte... Lo mismo es que como yo no tengo hijos no sé bien cuánto valen los juguetes.
Álvaro Pastor no se siente optimista, “¿pero tengo motivos? Caos del tráfico, inseguridad, la mala educación, la destrucción del urbanismo con la manía de alinear las calles, el Betis con sus fatiguitas de muerte, la falta de un torero de Sevilla,
-Alguien tendrá la culpa de todo esto…
-Empecemos por nosotros, por nuestra secular indolencia y cobardía. Aquí cuando hay un muro que franquear agachamos la cabeza y echamos mano de la política vaticana: ya escampará. Y como llueve poco, siempre termina escampando. Además si el poder es guatemala, la oposición es guatepeor. Y que el grupo que menos votos ha sacado en un distrito, con diferencia, pida gobernarlo en el reparto de estampitas parece una venganza del tipo “ahora te vas a enterar”. Por cierto no sé si se ha fijado que el parquecito infantil que han puesto en
-Vayamos del presente al pasado. ¿Quiénes son sus maestros en Historia de Sevilla?
-Antonio Burgos me abrió las puertas de la literatura y del periodismo, y me marcó –y sigue marcando- muchos caminos. Con Joaquín Caro Romero aprendí a regatear en el Jueves. Rafael Montesinos me enseñó a mirar
-Se cumplen este año dos siglos de la invasión francesa. ¿Qué tal se portó aquella Sevilla de 1808?
-Volvimos a ser lo que siempre fuimos: unos cobardes acomodaticios. Cuando los franceses usaron las capitulaciones de Torreblanca como papel “El Elefante”, y se pusieron a saquear edificios, aquí en vez de montar un cirio como en Madrid, Zaragoza o Gerona le tocamos las palmas a José I y encima le sacamos las procesiones a la calle. Goyeneta estuvo en el poder municipal antes, durante y después de la invasión: eso es para nota. Salvo González Cuadrado, Palacios Malaver y algunos otros del Santo Congreso Hispalense que se jugaron el cuello (y algunos acabaron con él estrujado por el garrote vil), los demás contemporizaron con los invasores. Eso sí, cuando en agosto 1812 bajaron la cuesta de Castilleja las tropas anglo-españolas para liberar la ciudad, aquí todo el mundo era ya patriota, salían de debajo de las piedras.
-Pues ahora algunos dicen que los gabachos no eran tan malos…
-Y que fomentaron el teatro cómico. Pero qué quiere que le diga, cada vez que entro en la iglesia del señor San Jorge, vulgo Santa Caridad, y echo en falta los cuatro Murillos que rompen uno de los más geniales programas iconográficos barrocos del mundo, pues me acuerdo de toda la familia del mariscal Soult. Será que uno es un sentimental para estas cosas.
Hablemos de cofradías
Álvaro Pastor piensa, con Núñez de Herrera, que