jueves, junio 26, 2008

Nos lo merecemos

“Merecemos un gobierno que nos mienta”. No es una errata. La frase que nos aplicamos todos los días los andaluces reza así: merecemos un gobierno que nos mienta. No pasa un día sin mentira oficial al canto. El cante de la gallina de los huevos de oro de Estepona nos ha traído, de regalo, una sarta de mentiras que demuestran una vez más el desahogo en el que se mueven los próceres o barandas, a elegir, del régimen andaluz. Aquí no ha pasado nada, el corrupto ya ha visto la tarjeta roja y en Estepona, como dice Gaspar Zarrías después de haber visitado el camarín de Jesús en Jaén –lo confundieron con un monaguillo entrado en años- no se produjo delito urbanístico alguno. O sea, que Barrientos lleva las manos esposadas por su participación en Vivan los novios…

El régimen está podrido desde los mismos cimientos. En Sevilla salen por las alcantarillas las facturas falsas que firmaba la cuñada del portavoz del mismísimo Chaves y nadie se da por enterado en el aparato del partido. Es normal que con el tiempo se diluyan las convicciones, que se erosione la ideología, que se vayan puliendo las aristas de las verdades que se creían absolutas. Pero lo que no es lógico es que con el paso de los años se sumerjan miles de socialistas andaluces en la ciénaga de la corrupción que consienten con un silencio cómplice cuando no forman parte activa de ella.

Es curioso que a la derecha se le exija, en esta Andalucía donde nunca gobernó, un plus de transparencia, de buenas formas y mejores modales, de ética que algunos progres le niegan por principio. Es curioso que la arrogancia y la prepotencia que la pijoprogresía le adjudican a la derechona sea patrimonio del PSOE y casi nadie diga ni pío. ¿O no es arrogante la postura de Luis Pizarro ante el último escándalo que han protagonizado el consejero y las consejeras del Consejo Audiovisual que nombró el partido del régimen? Ante una avalancha de gastos suntuarios, ante un derroche de dinero público en plena crisis, el delfín Pizarro se sale por la tangente y dice que no ha lugar a un debate de esas características.

A Pizarro le da lo mismo que los albaranes de los restaurantes no se correspondan con las facturas, a Pizarro le resbala que con nuestros impuestos se paguen ostras y copas de su tocayo Luis Felipe. A Pizarro todo le da igual porque sabe que vivimos en un régimen que mantiene amordazada a casi toda la sociedad civil. El mismo que ejerece la función de altavoz de Chaves, el mismo que junto a su señorito se encargó de iniciar una persecución a los periodistas que informaron del espionaje al díscolo Benjumea, no pierde ni un minuto de su precioso tiempo en aclarar esta corruptela marinera –gambas y nécoras son de mar- que haría sonrojar de vergüenza a esos pijoprogres del consejillo audiovisualoide… si aún les quedara algo de pudor.

Aquí, en esta Andalucía de las maravillas, no se persigue nunca al corrupto ni al mangante. Aquí se ponen todos los esfuerzos en perseguir al que denuncia los abusos del poder. ¿O es que con motivo del escándalo de Estepona no vamos a recordar a Félix Bayón, que por clamar en voz alta contra los abusos del gilismo recibió como recompensa la persecución de Chaves en los medios de comunicación en los que trabajaba?

Nos merecemos una Junta que nos miente, nos merecemos un régimen que nos mantiene en el sopor de una siesta eterna, nos merecemos un partido formado por mercenarios a sueldo que perdieron hace tiempo la más mínima consistencia moral, nos merecemos una clase intelectual que pone la mano y cierra la boca. Todo sea por no hacerle el juego a la derecha arrogante y soberbia. Hay días en que ser andaluz no es precisamente un motivo para el orgullo, sino más bien para la vergüenza. Lo cual no es malo, porque lo preocupantes es no tenerla.

domingo, junio 22, 2008

Tolerancia diez

A los barandas del régimen y a sus paniaguados propagandistas habría que pedirles que no nos engañen tanto. Que al menos se tomen un mes de vacaciones sin embustes ni trolas, que se dediquen durante un día a la semana a decir una verdad aunque sea a medias. Y que no nos salgan ahora, con toda la corrupción aflorando por las alcantarillas del Ayuntamiento de Estepona, con el anglicismo yanqui de la tolerancia cero. Si en Andalucía existe una corrupción urbanística con todos los avíos se debe, entre otras razones, a la pasividad manifiesta de la Juntay sus satélites. ¿O es que pretenden tomarnos una vez más por tontos desmemoriados?

A Barrientos lo colocó en ese lugar el mismo partido que ahora blasona de una tolerancia cero que siempre ha brillado por su ausencia. Los que aún no hemos perdido la memoria ni la vergüenza recordamos esos debates en el Parlamento de Andalucía con Chaves enrocado en el buen nombre de los municipios andaluces para impedir que se creen comisiones de investigación que destapen la caja de Pandora. Claro está que este Parlamento está más muerto que vivo, aunque muchos y muchas vivan precisamente a su costa. La agenda parlamentaria se circunscribe a empresas muy importantes, como la que ayer recogía su página web en un lugar más que destacado. “Fuensanta Coves renueva el convenio con la Fundación Forja XXI para el mantenimiento de los jardines públicos del Parlamento”.

Mientras la Costa del Sol permanece en la sombra de las corrupciones que no cesan, la presidenta del Parlamento se dedica a renovar convenios para que los jardines del antiguo Hospital de las Cinco Llagas luzcan en todo su esplendor. En vez de dedicar tan costosa institución a controlar el urbanismo salvaje, a investigar los desmanes y a prevenir la corrupción, su presidenta se dedica a asuntos capitales para el desarrollo de la comunidad andaluza como la jardinería de diseño.

La tolerancia cero que se esgrime cuando se expulsa del partido al alcalde trincado con las manos en la masa es una argucia que debería avergonzar a los que la utilizan. Vamos a ver: aquí se les deja a los ediles del régimen las manos libres para que puedan hacer lo que les venga en gana, y luego se les expulsa cuando la policía y los jueces los cogen in fraganti. Elemental, querido Manolo. Mientras no los cojan, ancha es esta Andalucía donde florecen los burgos podridos que denunciaba don Manuel Azaña en sus escritos. ¿O es que los vecinos de los municipios corruptos no se dan cuenta del nivel de vida que exhiben los alcaldes y concejales que ellos mismos eligen y renuevan con sus votos?

Aquí casi todo el mundo, empezando por Chaves y su mesa de camilla, miran hacia otro lado hasta que los titulares de prensa les obligan a salirse por la tangente de la tolerancia cero. El régimen no está por la labor de limpiar Andalucía de corruptelas marineras ni esteponeras. Si hay que pactar con los residuos del GIL, se pacta. ¿O no indultó en su día el histórico Felipe González a Jesús Gil para que pudiera seguir cometiendo barbaridades con el único fin de dividir a la derecha andaluza? A Felipe González, por cierto, le colocan sus discursos hasta en los exámenes de selectividad para elevarlo a los altares donde reposan Salmerón, Cánovas, Sagasta, Canalejas o Eduardo Dato esquina a Ramón y Cajal. Lo mismo el año que viene incluyen un discurso de Chaves en las pruebas de acceso a la universidad para que los alumnos demuestran sus habilidades a la hora de discernir la vedad del vulgar rollo macabeo.

Imaginen la prueba: “De todas las promesas que anunció en este discurso de investidura el presidente de la Junta de Andalucía, señala las que se han cumplido”. ¡No iban a gastar poca tinta los alumnos! La misma que gasta Chaves a la hora de tomar medidas contra una corrupción que consiente con una tolerancia diez.

jueves, junio 05, 2008

Ser andaluz


Maneras de ser español es una cuidada recopilación de artículos firmados –y escritos, que ahí no había negros oficiales- por Julio Camba. Su lectura nos ilumina sobre la España de hoy, eternamente atascada en esos nacionalismos absurdos de los que Camba se reía hace un siglo. No vamos ni hacia delante ni hacia atrás en este asunto. Un cursi llamaría a esta situación ”inercia cero” o algo por el estilo. Todo sea por la causa de maquillar la realidad con circunloquios como el de “industria cerámica estructural” que utilizan los fabricantes de ladrillos y tejas que le han concedido el Ladrillo de Oro a Gaspar Zarrías, ese vicepresidente que cuando va al médico asusta al que le toma la temperatura: “Este hombre no puede estar vivo, el termómetro marca cero grados”. No se puede tener la sangre más fría que Zarrías, como reza el ripio, a la hora de justificar el mangoneo que ejerce en su Consejería de Propaganda con los medios de comunicación andaluces.

Si Camba viviera entre nosotros podría escribir un artículo como el que le da nombre a la antología que ha visto recientemente la luz de las librerías: “Maneras de ser andaluz”. Ha pasado un siglo desde el caciquismo que denunciaba Camba en sus crónicas parlamentarias y la cosa sigue igual. La Transición no ha supuesto en Andalucía el avance hacia la democracia, sino la salida de la dictadura para volver al sistema de la Restauración. El régimen se ha impuesto con todo su peso con el fin de crear una situación de hechos consumados: las cosas son así, y si funcionan mal ya se arreglará, pero no cambiemos nada porque si entran los otros será peor todavía.

Uno ha escuchado semejantes argumentos en boca de andaluces ilustrados, leídos y hasta ‘escribidos’, que desatan la rebeldía de su lado progre contra todo lo que se mueva: padres de alumnos sin plaza en colegios concertados, objetores de Educación para la Ciudadanía, maestros y profesores que no se someten al soborno de los 7.000 euros, médicos que denuncian el maquillaje de las listas de espera… Incluso alguno hay por ahí que se atreve a tildar de venganza (sic) y de gusto por aparecer en los medios (otra vez sic) el ejemplo de civismo que está llevando a cabo Juan José Cortés, el padre de Mari Luz que pide Justicia con mayúscula.

Esta manera de ser andaluz está cuajando de tal modo que se ha establecido una malla formada por esa intelectualidad que nunca pone en jaque al virrey de Taifa. Para ellos y ellas Chaves es absolutamente intocable. Y si algún periodista se atreve a denunciar sus métodos caciquiles, entonces cae sobre el plumilla el peso de un silencio que irá girando poco a poco hacia la difamación. De ahí a alegrarse cuando el régimen les pone una querella a los periodistas díscolos hay un paso que muchos han dado, aunque luego muestren su decepción cuando los honrados profesionales del periodismo libre son absueltos.

Cuando pase el tiempo y tengamos la perspectiva que hoy nos permite asomarnos al régimen de la Restauración podremos comprobar que todo esto es un burdo montaje realizado por una pandilla de mediocres que saltan alborozados y que declaran, sin pudor alguno, que se sienten más a gusto que un cochino en un charco (hoy la cosa va de sic) cuando el aparato del partido los sienta en el Parlamento. Andaluces de pata negra: así habría que llamarlos como si fueran las productoras que se llevan toda la tela del telón audiovisual andaluz al más puro estilo del premiado Romanones.

Maneras de ser andaluz hay muchas, pero no podemos quedarnos en el tópico del sombrero de ala ancha, sino en las anchas tragaderas de esos andaluces que justifican las tropelías del régimen por una sencilla razón: ellos también forman parte del chiringuito. Como diría el olvidado Juan Ramón, siempre nos quedará la inmensa minoría.

miércoles, junio 04, 2008

Libertad de expresión

“Así no son las cosas, pero así se las hemos contado, que es de lo que se trata”. La voz del pícaro Gaspar de Cazalilla, alias Zinedine Zarrías, nos recuerda a cada momento que la muy benefactora Junta de Andalucía se encarga de hacernos la vida más feliz. Si el pesimismo no crea puestos de trabajo, según acertada frase de uno de los cien asesores de ZP, el optimismo que derrama el régimen andaluz a cada momento nos permite vivir en la Arcadia chavesiana, ese territorio mítico tirando a místico donde siempre hace sol.

Para mantener esta situación es necesario que los medios de comunicación no saquen esas incómodas noticias que crean un sentimiento pesimista en el noble pueblo andaluz. Y aquí entra en juego el inquieto Gaspar Zarrías, natural de Cazalilla, provincia de Jaén. Gaspar de Cazalilla es ese sucesor de Lázaro de Tormes que maneja un presupuesto millonario para premiar a los buenos y castigar a los malos. En este reparto del dinero público a través de la publicidad encubierta, vulgo propaganda, siempre hay un periódico que lleva todas las de perder: EL MUNDO de Andalucía. Y bien que se lo tiene merecido, ya que en vez de reírle las gracias al bueno de Manolo se dedica a sacar informaciones que lo ponen contra las cuerdas.

EL MUNDO de Andalucía no se ha llevado ni un céntimo de las arcas que maneja el Indiana Jones de Jaén, siempre con su látigo preparado para azuzar a los adeptos y para fustigar a los que no reproducen fielmente las consignas que cada mañana vomita la Dirección General de Hechos Anunciados de la Junta de Andalucía. Así se ha creado esa realidad virtual de Chaveslandia que se han terminado creyendo los mismos que glosan las bondades de un régimen que está más podrido que el olmo seco de don Antonio Machado. Las cifras, frías y objetivas, están ahí. Y las medidas de impulso democrático que promovió el boicoteador de Manolo, también.

Todo esto no viene a cuento de la rabieta que pueda manifestar un articulista del periódico que usted tiene entre las manos. Todo esto es algo mucho más profundo que nos atañe a todos los ciudadanos que conformamos el censo andaluz. Si todos los medios siguieran las directrices de la Junta no nos enteraríamos, por ejemplo, de las barbaridades que se cometen en el Hospital Virgen de las Nieves para que cuadren las cuentas de las listas de espera. Lo ideal en el estado idílico al que nos abocan Chaves, Gaspar de Cazalilla y el clan de los Gazules se compadece mal con la realidad. Siempre tendrán a mano un converso como Antonio Núñez, ese médico que cambió el juramento hipocrático por la hipocresía que destilan sus palabras. ¿Cómo puede decir que las comisiones de investigación son propias de los estados dictatoriales? ¿Cuántas comisiones se abrieron en la época de Franco, doctor No?

Situaciones como ésta se dan diariamente en el paraíso chavesiano, en el edén que refleja Canal Sur gracias al comisario político Camacho, inspector jefe de la brigadilla manipuladora del régimen. La violencia escolar se maquilla, la situación de la Justicia se gira para que todo el peso caiga sobre los funcionarios, los retrasos de las obras públicas se mantienen en el rincón del olvido, y la crisis económica es un simple “ajuste interno, más fuerte que el previsto, que está produciendo efectos muy graves en relación con el crecimiento económico y el paro”, como dijo Chaves el pasado jueves en el Parlamento.

Por eso quieren liquidar al periódico que usted, en pleno ejercicio de su libertad, tiene ahora mismo delante de sus ojos. Cuando no es una querella es la intervención directa para que los competidores que se portan bien puedan tener ventaja a la hora de salir al mercado. Estos caciques usan el dinero público en beneficio del partido. Si esto no es corrupción, que venga Gaspar de Cazalilla y lo desmienta. Mientras tanto, viva la libertad de expresión.

lunes, junio 02, 2008

La muerte fue en la calle

La muerte fue en Sevilla, la ciudad de las personas. La muerte fue en mayo, en el cruce de la avenida que lleva el nombre de Hytasa con la calle que se llama, ¡ay!, Andalucía amarga. Salvador Távora ya tiene una tragedia delante de su teatro, en su mismo barrio, para dar un salto en el tiempo y hablar de la ciudad de hoy en vez de refugiarse en la Andalucía de ese ayer que puede criticar sin miedo a perder los vientos favorables del poder. Porque aquí, en esta Sevilla donde los señoritos no han desaparecido sino que han cambiado de bando y de aspecto, seguimos donde estábamos.

La muerte fue en la misma puerta de esa Consejería para la Igualdad que se dedica al virtuosismo del lenguaje políticamente correcto, a cambiar la realidad a través de los nombres, y que no ha dicho aún ni pío ante la muerte de una funcionaria que era, además, mujer y minusválida. El camionero, desolado tras el accidente, responde a las siglas del poeta de Moguer: J.R.J. Se nos viene a la memoria el poema de Juan Ramón que anticipaba lo que sucedió en la calle: “La niña sonríe: ¡Espera, / voy a cojer la muleta! / Sol y rosas. / La arboleda movida y fresca, / dardea limpias luces verdes. / Gresca de pájaros, brisas nuevas. /La niña sonríe: ¡Espera, /voy a cojer la muleta!” Pero no había más sol que la oscuridad de los bajos del camión, ni más rosas que la sangre que manchaba el suelo.

La tragedia tiene todos los ingredientes de ese neosurrealismo kafkiano en el que vive la ciudad de Sevilla. Ajena de sí misma, la vieja Híspalis se sumerge en la ciénaga de su decadencia sin que casi nadie levante la voz de alarma. Están mal vistos en esta ciudad los agoreros, como los llama el alcalde que no ha tenido el coraje ni la grandeza moral de dar la cara ante un hecho tan grave como éste. Sevilla tiene un alcalde virtual que se dedica a dar conferencias y a enumerar proyectos para recrear ese mundo de fantasía que oculta la cruda realidad. Sevilla tiene un alcalde que va al Cerro del Águila para salir con una vara en la procesión, pero que ignora a las víctimas del desamparo y del abandono que mueren en plena vía pública por culpa de la incompetencia municipal.

Habían avisado los vecinos, los funcionarios de la Consejería, los sindicalistas, hasta la mismísima Policía Local. Saltaba a la vista que una avenida como la de Hytasa no podía funcionar sin semáforos, pero ya se sabe lo que pasa en estos casos. Los concejales y sus asesores a sueldo estaban preocupados por lo único que les importa: por los tejemanejes del partido que se ha convertido en una secta, por los enjuagues de una administración que es una fábrica de contratos en penumbra y de facturas de doble filo. Nadie atendió a los ciudadanos. Nadie. Hasta que a Consuelo le llegó su hora: “Saltan sus ojos. Le cuelga /jgirando, falsa, la pierna. / Le duele el hombro. / Jadea contra los chopos. Se sienta. / Ríe y llora y ríe: ¡Espera, / voy a cojer la muleta!”

Los nuevos señoritos de la ciudad, los pícaros que sacian su hambre de poder en los reservados donde manejan a su antojo los recursos de Sevilla, saben que cuentan con la complicidad de un pueblo que no quiere señalarse, que no quiere meterse en nada, que se conforma con lo que hizo siempre: vivir a la sombra de su indolencia y dejarse de conflictos con el poder. Cuando el año que viene salgan en al cofradía del barrio nadie les pedirá cuentas de nada. Nadie les echará en cara que sólo aparezcan por allí en busca de votos. Nadie les dirá la verdad a la cara. Ni siquiera el dramaturgo que podría convertirse en la voz del pueblo. Nadie.

Sevilla es una ciudad donde alguien puede morir en una avenida que lleva meses y meses sin semáforos por la dejadez de un Ayuntamiento que jamás rinde cuentas de sus errores. ¿Cómo va a dimitir un concejal que no sabe hacer otra cosa que vivir de la política? ¿Cómo le va a pedir la dimisión un alcalde que debería haberse marchado hace tiempo para salvaguardar la decencia en la res pública? ¿Cómo va a exigirle nada al Ayuntamiento esa consejera igualitaria que sabe que los límites de la demagogia de la corrección política están en la fidelidad al partido del régimen?

Al final siempre nos quedamos con los versos del poeta que aprendió a pintar en Sevilla. Juan Ramón lo dejó escrito: “¡Mas los pájaros no esperan; / los niños no esperan! / Yerra la primavera. / Es la fiesta del que corre / y del que vuela... / La niña sonríe: Espera, / voy a cojer la muleta!” Descanse en paz Consuelo como descansa, en la hipocresía de su silencio, esa ciudad que tiene a los señoritos que se merece.