miércoles, noviembre 28, 2007
viernes, noviembre 23, 2007
Dos maestros
El pasado lunes acudió al juzgado para seguir el juicio contra el director del periódico que lo llamó hace ocho años largos y contra el redactor jefe que también es algo más que un compañero de trabajo. Se sentía nervioso por dentro aunque su experiencia le decía a cada momento que no había nada que temer. Se jugaba mucho en el envite. Porque él no escribe en un periódico para ganarse la vida. Se sentó en primera fila y no dejó de observar lo que ocurría a su alrededor. Ignoraba –nunca fue un hombre demasiado espabilado, hace poco un capillita lo tildó de carajote en un acto público por lo bajini- que aquella mañana recibiría una lección magistral que jamás olvidaría. Ni leyendo a Malraux aprendió tanto sobre la condición humana.
Allí estaban los dos arquetipos del hombre, frente a frente. Ya lo dijo Kundera: somos meras repeticiones sobre varios temas que se combinan. A un lado, los que mienten descaradamente, los que dudan ante cada pregunta, los que intentan evadirse para salvar el pellejo o la pelliza que los abrigue en el futuro. Sintió pena por esos pobres hombres, en esto se parece a su madre y no hace nada por evitarlo. Pero al otro lado de la humana condición se encontró con dos hombres y un destino con la letra minúscula y cotidiana de lo humano: la verdad. Entre los dos desmontaron la torpe escenografía de la mentira.
Salió contento y feliz. Mucho más feliz que aquella mañana de octubre en que llegó por primera vez al despacho del director después de haberse cortado el pelo: la criatura es así, ¡qué le vamos a hacer! Todo estaba claro. Su respeto por
Hoy se siente orgulloso de escribir en este periódico, de asomarse a la ventana de la libertad que sus lectores abren cada mañana a cambio de un euro. Los periodistas que se sientan en el banquillo son y siguen siendo sus maestros en este oficio que él desempeña con la humildad que es inherente al eterno aprendiz. Cuando le preguntan su profesión no le sale la palabra periodista a la primera, pero está en el camino y un día de estos la dirá sin ningún leve tartamudeo.
Pide perdón por hablar de sí mismo en un artículo donde jamás emplea la palabra ‘yo’, donde la primera persona se queda al otro lado del teclado del ordenador. Cuando salió del juzgado era tarde. Llamó por teléfono a sus hijos desde los jardines donde él jugaba cuando era niño. El pretexto era la comida, el almuerzo que habían tenido que calentarse después de la jornada de clases en el instituto público al que acuden. La realidad era otra. “Sobre la paternidad hay una cosa en el plano sentimental que me afecta mucho: procurar que mis hijos nunca tengan que vivir con una referencia negativa de lo que hizo su padre, negativa en términos de la honestidad, de la verdad” (José Luis Rodríguez Zapatero)
martes, noviembre 20, 2007
El miedo a la verdad
¿Cómo es posible que la verdad sea un viaje de ida y vuelta, y donde dije digo ahora digo que me manda Diego? Nombres que bailan, fechas que se superponen, órdenes que no se sabe muy bien de dónde vienen, tarjetas que se entregan a voleo... Y sobre todo, un aroma cutre, un aire de película más próxima a Torrente que al padrinazgo que ejercían los personajes de Coppola. Dejaremos los nombres en el territorio donde germina el beneficio de la duda, pero los adjetivos caen por su propio peso: de grasiento para abajo.
Menos mal que al otro lado estaban los profesionales del periodismo comprometidos con su profesión. Ni el abogado Martínez con sus afiladas preguntas pudo hacer nada para que Rosell y Caraballo se desdijeran o cayeran en las contradicciones que Corpas, y sobre todo Castellano, frecuentaban con demasiada claridad. Benjumea refrendó su versión y se defendió de la acusación particular de forma contundente. Y el público, al que el juez llamó la atención una sola vez, reía por lo bajini cuando el esperpento aparecía en las contradicciones de unos presuntos detectives –Castellano no acertó a decir en qué consiste su profesión- que parecían diseñados por Ibáñez.
Lo peor, empero, no estuvo ahí, sino en el aire de amenaza que se respiraba cuando estos pobres hombres –que no hombre pobres, a juzgar por las minutas y los oficios que ejercen- se desdecían por miedo. ¿Miedo a qué? ¿Miedo a quiénes? ¿Acaso vivimos sobre una alcantarilla que de vez en cuando supura un pánico al poder que no vemos los que preferimos fijarnos en el cielo con la ingenuidad de la libertad en la que creemos?
Fuera, en el pasillo, una cursis lámparas de bombillas de alto consumo y suciedad más que probada le daban un aire de grisáceo rococó tardofranquista a
domingo, noviembre 18, 2007
El que juega con fuego termina quemándose
El que juega con fuego termina quemándose y quemando a los demás. Si los barandas del medio ambiente y del ambiente entero nos aconsejan las barbacoas frías (sic) para impedir los incendios en el bosque, ¿por qué se empeñan algunos en reavivar los rescoldos de la época más nefasta del pasado siglo XX en la ciudad? La historia hay que conocerla hasta donde el cerebro de cada uno sea capaz de llegar, pero no se debe mezclar con los sentimientos que surgen del rencor o de una amargura que se lleva dentro del alma y que busca chivos expiatorios para salir a flote. A ver si nos vamos enterando.
Jugar con el fuego que sembró de cadáveres la ciudad en aquel caluroso y sangriento verano de 1936 es algo indigno. En primer lugar porque las personas que sufrieron aquello ya señalaron el camino del futuro en las tres palabras que nos legó, como un tesoro ético, don Manuel Azaña: paz, piedad y perdón. No se trata de olvidar, sino justamente de lo contrario. No podemos caer, otra vez, en la media memoria histórica que perpetraron los franquistas más recalcitrantes. Debemos acoger en la compasión –es una virtud aunque algún iluminado en el poder se confunda- a todos los que sufrieron aquella locura. Dejando claro que unos fueron más responsables que otros, pero sin eximir a unos para cargar las tintas no contra los otros, sino contra sus teóricos sucesores: ahí está el repugnante quid de la cuestión.
Los que lanzan globitos o los que pintarrajean azulejos no lo hacen por un sentimiento de amor a los que perdieron su vida, sino por un odio que pide a voces el diván del psicoanalista, un rencor que dirigen hacia individuos –somos personas antes que militantes- que nada tuvieron que ver con aquello porque, entre otras razones, ni siquiera habían nacido. Por eso hay que aplaudir la rectificación de Izquierda Unida cuando descalifica, sin palios ni paliativos, estos ataques a los sentimientos y los símbolos religiosos.
Esta Feria de las Vanidades se reviste hoy, sin que sirva de precedente, de un aire sensato y equilibrado, de ese sentido común que hizo posible una transición que tuvo sus defectos, pero que rayó a una altura impensable para los pregoneros del totalitarismo: y aquí se unen los fascistas y los estalinistas al mismo nivel. Aquella transición ha sido infinitamente más fructífera que la pobre II República que se quedó sin republicanos. Por eso hay que defenderla sin complejo alguno frente a los demagogos que pretenden instaurar un régimen a su medida en el que sólo quepan ellos.
Frente a los ataques con huevos y con globos -¡qué heroísmo digno de pasar a los anales!-, el silencio moderado de una hermandad que es algo más que una simple cofradía. Protegidos por el terciopelo antiguo que les permite ir más allá del presente, los hermanos de
viernes, noviembre 09, 2007
Jaula de Memoria Histórica
En Sevilla, capital del régimen chavesiano, la Jaula de la Memoria Histórica la lleva un pájaro de cuidado: un ex concejal que no quiere volver a la tiza ni a palos, un desertor de la Logse que le hace el trabajo sucio al régimen con un chiringuito que se ha caído cual castillo de naipes marcados. Un historiador joven y valiente, José Antonio Parejo, ha dejado al descubierto el engranaje de una maquinaria que se había montado con un repugnante afán: encender el rescoldo de la memoria de los muertos para engrasar la maquinaria electoral del partido.
Parejo ha hablado alto y claro. Una cosa es la memoria y otra muy distinta la historia. La primera pertenece al ámbito sentimental del individuo. Cada cual tiene y mantiene la memoria que le venga en gana. Uno, que se define republicano a pesar de los insultos que recibe a diario de los monárquicos de la dinastía de Manolo I el del Autobombo, siente en la médula de los huesos un profundo respeto y una sincera compasión por la memoria de los republicanos que fueron represaliados por la dictadura franquista. No hace mucho escribíamos sobre los maestros de la República, esos héroes anónimos que nos sirven de guía espiritual. Pero de ahí a usarlos en pos de un beneficio electoral media un abismo que no estamos dispuestos a cruzar.
La historia de la II República está llena de claroscuros, y como sostiene el profesor Macarro, ese sueño se vino abajo porque le faltaba lo más importante: demócratas que creyeran en la legalidad republicana. El joven historiador José Antonio Parejo se ha metido hasta las trancas en las fuentes que nos llevan al manantial de Falange Española, y ha descubierto aspectos interesantísimos que no cuadran, ¡ay!, con la verdad oficial que pretenden imponer los herederos de la censura franquista a través de la Jaula de la Memoria Histórica. En vez de darle al libro los retoques (sic) que le recomendaron desde arriba, Parejo se ha echado al ruedo, como los buenos toreros, para lidiar el astifino morlaco del rigor científico.
¿Qué han hecho los instigadores de la mentira histórica? Nada. Permanecen en silencio, agazapados en la jaula, disimulando su propia vergüenza. ¿Y el mundo universitario? Más de lo mismo. Ahora entendemos qué sucedió en los cuarenta largos y grises años del franquismo. El personal miraba para otro lado. Como en nuestra época. Exactamente igual. ¿Imaginan lo que estarían graznando los progres de la infame turba de nocturnas aves (Góngora) si esta censura se hubiera producido en la Comunidad de Madrid o en el Ayuntamiento de Valencia? Pero como ha sido aquí, en el pesebre de Manolo, pues a callar se ha dicho.
El libro de José Antonio Parejo verá la luz. Afortunadamente no estamos en una dictadura aunque algunos así lo quisieran. En medio de un silencio espeso y vergonzante, esta obra de investigación saldrá a la calle para poner a cada uno en su sitio. Al historiador, en el ámbito liberal de la librería. Y a los totalitarios del régimen chavesiano, en la Jaula de la Memoria Histórica, ese lugar donde se cultiva la mentira sin necesidad de recurrir a la guía que usa la Junta de Andalucía para enseñarles a sus delegados provinciales que no hay que decir nunca toda la verdad: el evangelio de Evangelina, que también se llama...
miércoles, noviembre 07, 2007
Cráneos ‘previlegiados’
Ese mismo error se produjo en los dos ejercicios fiscales anteriores. Se prometió por activa, por pasiva y por perifrástica –en eso de las perífrasis son unos maestros- que no volvería a suceder. Pues nada. Ahí están otra vez nuestros sufridos cerebros enredados en un laberinto burocrático que nada tiene que ver con ellos ni con su labor. Pero hete aquí que gracias a la publicación de la noticia en este periódico nos hemos enterado de algo muy interesante: los investigadores de la Andalucía imparable son mileuristas. Cobran mil euros al mes por cabeza, o por cerebro, que sería más preciso. ¿Mileurismo en la Andalucía donde manan la leche y la miel cuando de pagar salarios a políticos del partido se trata? Pues sí. O ‘pozí’, que diría algún que otro concejal del régimen.
Las comparaciones son tan odiosas que hemos cogido la calculadora –el cálculo mental es facha según los apóstoles de la Logse- para sacar varias cuentas en claro. Un poner: Marisa Bustinduy, la sociata malagueña que acumula tantos cargos como derrotas electorales, gana lo mismo que diez investigadores juntos. Bustinduy se lleva a su cuenta corriente –que en estos tiempos no es tan corriente pero a ella le trae cuenta- alrededor de 120.000 euros al año. Doña Marisa suma y sigue cobrando de todo organismo que se le ponga a mano. Hagan el cálculo. Un investigador que tiene a sus espaldas un curriculum brillante y que trabaja para el progreso de la sociedad, 12.000 euros al año. Una política que sólo sirve para salir en las fotos al lado de Magdalena Álvarez, diez veces más.
¿Dónde está la pregonada igualdad que cacarean un día sí y otro también los pollos y las gallinas –el femenino de pollo no viene a cuento- del régimen chavesiano? ¿Y esa pomposa e inútil Consejería de Innovación, Ciencia, Empresa y lo que haga falta que dirige Francisco Vallejo? ¿Qué tiene que decir ese político que lleva toda su vida apoltronado y que ha demostrado con creces su mediocridad? ¿O es que vamos a seguir callándonos para que el régimen no nos tilde de enemigos de Andalucía, como dice Erchave cuando saca la camisa azul o la bandera roja del totalitarismo, que para el caso son lo mismo?
Un concejal puede ganar lo mismo que media docena de investigadores sin haber acreditado absolutamente nada. Ni el graduado escolar, ni oficio ni beneficio reconocidos. Fidelidad al partido, sectarismo a tope y repetición del argumentario cual papagayo a sueldo: los 60.000 euros no hay quien se los quite. ¿Y esas diputaciones provinciales plagadas de cargos públicos que han perdido alcaldías o concejalías y que no tienen otro sitio al que acudir? Sueldos que quintuplican sin problema alguno la paga que se lleva a su casa un cerebro de postín tras el arduo trabajo de la investigación: así nos luce el pelo de la dehesa.
Pero lo mejor viene ahora. Si Erchave cumple su promesa electoral –lo cual sería digno de estudio en Roma y conllevaría beatificación por causa milagrosa- un estudiante de Bachillerato podría costarnos lo mismo que un investigador. Súmenle a los 600 euros mensuales el costo de su plaza escolar y llegarán al mileurismo en el que sobreviven nuestras mentes más preclaras. Hasta aquí llega este esperpento que nos conduce inexorablemente a Valle-Inclán. Un investigador cobra mil euros al mes. ¡Cráneo ‘previlegiado’!
jueves, noviembre 01, 2007
La memoria histriónica
La memoria histriónica es el brochazo gordo que sustituye al pincel fino del razonamiento, de la discusión argumentada, del contraste de pareceres que se puede y se debe producir entre historiadores que nos enseñen los errores del pasado para que no se repitan jamás. Pero eso no les interesa a los sectarios de la memoria histriónica que pretenden resucitar a los muertos en vez de enterrarlos con la dignidad que se merecen. Lo único que les despierta el apetito en este rigodón de la muerte ajena es la posibilidad de engordar el resultado electoral por obra y desgracia de un nuevo enfrentamiento que ojalá se quede en las urnas. Solamente eso.
Hasta la llegada de ZP al poder no se preocupaban por este asunto. De vez en cuando se salía alguien por la tangente demagógica del mitin para recordarles a los asustadizos partidarios que los peperos volverían a fusilarlos como fusilaron a sus abuelos. Curiosamente una de las lumbreras o minervas, a elegir, que predijo semejante escabechina es hija de un militar franquista, lo cual nos llevaría directamente el diván del psicoanalista. Mas la inmensa mayoría de los apoltronados en el régimen pasaban de largo... por lo que les pudiera pasar si salían a relucir sus demonios familiares.
Aquellos que entonces se negaban a restañar la herida personal de la hija que tenía a su padre enterrado en una cuneta se apuntan al bombardeo demagógico de una memoria histriónica que han prostituido por el puñado de votos que le pueda proporcionar tan macabra propaganda. Zapatero tocó el cornetín y allá que fueron todos a engancharse. “Fascista el último”. Y fascistas terminaremos siendo, en su peculiar y totalitario lenguaje, los que estuvimos –primera persona del plural- apoyando dichas exhumaciones desde primera hora. Tiempo al tiempo.
El pasado jueves, el presidente de todos los andaluces ni siquiera se molestó en votar la reparación moral que se le debe a Blas Infante, que por si Chaves no lo sabe es el padre de la patria andaluza. Por si también lo ignora, no está de más recordarle al bueno de Manolo que sus diecisiete años de mandato se los debe en buena parte a los hombres que murieron como Infante allá por el año 1936. ¿O es que piensa que el sentimiento andalucista es fruto de su amor por una tierra a la que vino poco menos que esposado? ¡Anda que si no lo llega a mandar Felipe!
Cada vez que Chaves se saque de la manga el recurso facilón de la memoria histriónica para dividir a los andaluces le recordaremos, cual martillo pilón, que no tuvo la gallardía ni la deferencia de votar la resolución parlamentaria que pretende devolverle a Blas Infante la dignidad de su inocencia. Se fue a su despacho, o al bar del Parlamento, o a cualquier sitio que le pareció más adecuado que el escaño que ocupa por la legitimidad de las urnas. No hace falta que venga ninguno de sus admirados voceros rencorosos de Madrid. Aquí estaremos para decirle, con la memoria de Blas Infante en el corazón, que no estuvo en su sitio cuando más falta hacía. Y se lo recordaremos sin rencor, sin ira pero con la libertad que inspiró al bueno de Infante. Por eso le dieron un tiro que, al cabo de los años, ha vuelto a salir por la cuneta del olvido.