El fusilamiento de Torrijos
Torrijos ha protagonizado esta semana la segunda parte de la historia repetida. En 1831 fusilaron a su homónimo en la playa de San Andrés de Málaga por liberal. El decreto de aquella ignominia vino firmado, de su puño y letra, por el rey felón que traicionó al pueblo que le devolvió el trono tras la sangrienta Guerra de la Independencia. Fernando VII ordenó aquella ejecución para librarse de un hombre libre que luchó hasta aquel 10 de diciembre por las libertades. El cuadro de Antonio Gisbert que se expone en el Museo del Prado es fiel testigo de aquella felonía propia de un rey cobarde que no tenía problema alguno en hacer las carambolas que le brindaban los mismos pelotas que le ponían a Franco los ciervos a tiro.
Han pasado los años y la historia del fusilamiento de Torrijos se repite en clave de farsa. El concejal sevillano se ha quedado sin argumentos para defender la gestión de su colega Lolo Silva y se ha sacado de la chistera el rancio argumentario guerracivilista que le sirve para justificarse ante sus bases. Torrijos afirma que los peperos están dispuestos a sacarlo a él, y a sus compañeros comunistas, a las seis de la mañana para fusilarlos en un paredón. ¿De dónde los van a sacar? ¿De los garitos que algunos y algunas frecuentan hasta altas horas de la madrugada para darse un barniz progre de mojito cubano? ¿O de la cama donde duermen plácidamente hasta que les llega la hora de montarse en el coche oficial que los espera en la puerta de su casa para llevarlos hasta la misma puerta del despacho?
La frase de Torrijos es pura farsa como escribió Marx hace siglo y medio. El verborreico concejal está pasando del acorazado Potemkim a la becerrada de la vaquilla berlanguiana. Su actitud está mucho más cerca de la astracanada y del carnaval que de la épica que rezuma la batalla de Stalingrado, una ciudad a la que le han cambiado el nombre porque a los rusos no les gusta vivir en una urbe que lleva el nombre de uno de los tipos más sanguinarios que ha dado la historia de la humanidad. Hoy se llama Volgogrado aunque en Lologrado, antes Sevilla, siga habiendo estalinistas de medio pelo que persiguen a los funcionarios inocentes para que la purga no deje de ser una costumbre propia del comunismo añejo.
Torrijos no puede asaltar los palacios del zar porque vive en ellos, porque está en la poltrona del poder, porque ya administra el dinero de los sevillanos. Y el PP no es el ogro fascista que Torrijos necesita tener enfrente para que su verborrea adquiera el sentido que no tiene. ¿Fusilar a las seis de la mañana en un paredón? Eso no se lo cree ni él, aunque vista la deriva del personaje y de su entorno es posible que a Torrijos le pase lo mismo que al Bizco Pardal, aquel embustero de la Sevilla con gracia que se creía sus propias trolas. En su discurso irrefrenable, el culto Torrijos –al menos va de eso entre los suyos- ha mezclado churras con merinas, algo que escandalizaba a su ex compañera Garvín. Y ha llamado a los peperos legionarios de Cristo Rey. Todo junto y revuelto, legionarios de Cristo y guerrilleros de Cristo Rey. Este Torrijos es tan rancio que vive en los años 30 aunque el coche que utiliza mientras pregona las bondades del carril bici tenga aire acondicionado y chófer a discreción.
Todo lo anterior es una farsa provocada por el mismo farsante para ocultar lo evidente. A Lolo Silva lo acosa esa derechona formada por Sánchez Gordillo, por Concha Caballero, por la dirección provincial de IU que no se traga las medias verdades ni las dobles mentiras, y por el comité federal de Izquierda Unida que quiere investigar este turbio asunto hasta llegar al final. Eso es lo que le quita el sueño y no el pelotón de fusilamiento que acabó con la vida del general Torrijos en 1831, cuando la historia se produjo por primera vez para que ahora se repita en forma de farsa.
400 enchufados
El Tío Calambres. ¿Los honrados sindicalistas de CCOO que denuncian continuamente en la Diputación de Sevilla las contrataciones de familiares y compañeros del partido forman parte de la extrema derecha? ¿Podemos encuadrar en ese reducto fascista a don Manuel Gutiérrez, secretario general de CCOO en el Ayuntamiento de Sevilla, cuando afirma que la privatización del Servicio de Respuesta Rápida 072 servirá para contratar a familiares? ¿Debemos silenciar a estos sindicalistas para entrar por la puerta grande en esa alianza del silencio que promueve Torrijos? ¿Nos cargamos los sindicatos en las instituciones para que no manchen con sus denuncias el prestigio democrático de las mismas? En la Diputación han saltado los cuadros eléctricos y se han pulverizado los diferenciales térmicos: 400 enchufados de una vez es mucha tela aunque estemos hablando de la mayor red eléctrica y clientelar de la provincia. A Villalobos le cantan los enchufados la última versión de la canción de Luis Aguilé: Bendito sea el Tío Calambres...