La contrarreforma agraria
Como buena socialista, Dolores Escalona ha educado a sus niños en los principios logsianos más puros. Las criaturitas se han convertido en unos emprendedores que han recibido hasta un premio de esa Junta que ningunea a los que no son del partido: ni siquiera van a los actos que convocan esos ayuntamientos regidos por los peperos que luego premian a Ana Belén. Enseguida iba a darle la Junta un premio a Gómez Marín, a Antonio Burgos, a Félix Bayón… Los hijos de Dolores han tomado las tierras que el Ayuntamiento de Aznalcázar concedió a Felipe Nodng. ¿Y quién es ese tal Ndong? Pues un inmigrante guineano. Dolores lo ha dejado claro para que no haya lugar a dudas. “Ni siquiera es del pueblo”. Cambiemos también la Internacional, ese himno que cantan los que luego se montan en el audi. “Arriba, parias de la localidad, en pie, familiar legión”.
Pues la misma Dolores se presenta, ni corta ni perezosa, en Mozambique para ponerse al lado de las mujeres africanas que están explotadas por el machismo capitalista universal. El viaje le ha salido como la bandera de Mariana Pineda: bordado. Esta señora está blindada por el régimen que la protege, que permitió que al pobre guineano le birlaran la tierra por la cara. Ella mismo dice que la consejería de Agricultura le dio permiso para la ocupación. A todo esto, el consejero Pérez Saldaña guarda silencio. Que haya una sentencia firme es lo de menos. Ya se sabe que en el régimen lo primordial es defender a los nuestros por encima de la ley.
La empresa del hijo de Dolores se llama Macondo. Como el pueblo mítico de García Márquez. En Almonte hay otra que lleva el nombre de Comala, el pueblo fantasmal que nació de la imaginación de Juan Rulfo. Está visto y comprobado que el realismo mágico andaluz no está solamente en las declaraciones altisonantes de los consejeros y las consejeras. Sólo falta que un novelista convierta al guineano en personaje de leyenda. Felipe Ndong es la personificación del régimen andaluz. Un negro guineano lleva en sus carnes la seña de identidad de esta Andalucía oficial que ignora su situación mientras defiende el mestizaje, los papeles para todos, la cooperación internacional y los demás tópicos de la corrección política.
La señora Escalona dirá que el autor de este artículo es un machista. Y un facha. Un vocero de la derechona rancia. Y tiene razón. Si uno fuera un progre subvencionado y premiado por el régimen miraría hacia otro lado. Y no vería el rostro de ese pobre hombre que ha sufrido un robo en sus propias narices. Si uno fuera un progre de esa calaña habría criminalizado –vocablo progre donde los haya- al Gobierno de Aznar por el naufragio de la patera de Rota, pero callaría ante los muertos que nos llegan desde las costas de Mauritania: que la Guardia Civil haya informado a un Gobierno que ha reaccionado tarde sería lo de menos.
La contrarreforma agraria ya está aquí. Ha empezado en Aznalcázar. Que recojan en el próximo Estatuto de lujo, como lo llama el virrey Gaspar, el derecho de los socialistas y de sus hijos a ocupar las tierras que consideren manifiestamente mejorables. Así estamos. Uno, en su infinito estoicismo, ya no pide que les den tierras a los pobres. Con que no se las quiten por la cara nos conformaríamos. Somos así de fachas. ¡Qué le vamos a hacer!