1981 de Orwell
En Andalucía estamos viviendo un proceso orwelliano que nos produce esa urticaria que sentimos los individuos que no estamos preparados para digerir las mentiras. Es una minusvalía más de nuestro sistema digestivo. ¡Qué le vamos a hacer! El caso es que la metodología de Orwell ha entrado a saco en el debate sobre el Estatuto y ha convertido 1984 en 1981, y 1981 en 1980. Un lío, que es de lo que se trata.
Verán. Chaves en el Parlamento de Andalucía, Zapatero en el Congreso de los Diputados y Monteseirín en un artículo de prensa –ca uno es ca uno, que diría el torero- han dejado caer que estamos en una situación similar a la de 1980, cuando se aprobó el Estatuto aún vigente... aunque no cumplido. ¡Mentira cochina!, que se decía antes. En idiolecto progre: merecemos unos gobernantes que nos digan la verdad. Y la verdad no es ésa.
En 1980 se celebró el referéndum en el que los andaluces tenían que resolver un jeroglífico político. “¿Da usted su acuerdo a la ratificación de la iniciativa prevista en el artículo 151 de la Constitución, a efectos de su tramitación por el procedimiento establecido en dicho artículo?” UCD pagó caro aquel error, y la izquierda andaluza, o sea el PSOE, sigue viviendo de aquellos réditos electorales, algo que reconocen en público y en privado sin pudor alguno. Puestos a recordar, hagamos memoria: aquella modalidad de referéndum que exigía la aprobación por mayoría absoluta del censo en todas y cada una de las ocho provincias andaluzas, había sido aprobada por la UCD... y por el mismísimo PSOE. No fue una trampa de las desnortada –aunque fuera por el sur- UCD, sino una estrategia de los dos partidos mayoritarios de entonces para que la autonomía plena sólo llegara a Cataluña, el País Vasco y Galicia. Luego cambiaron de opinión los sociatas para aprovechar el tirón popular. Y hasta hoy.
Eso fue lo que sucedió en 1980, año en el que no se aprobó ningún Estatuto. Este llegaría en 1981, y fue elaborado por los siete ponentes de Carmona: no confundir con los siete niños de Écija. Angel López, Miguel Angel Pino y José Rodríguez de la Borbolla, tridente del PSOE; Carlos Rosado y Pedro Luis Serrera, doble pivote de la UCD; Juan Carlos Aguilar, del PSA, hoy PA; y Javier Pérez Royo, que entonces era del PCA, hoy IU. Hasta aquí los datos objetivos, fríos, racionales, históricos. Si Chaves, Zapatero y Monteseirín se confunden, que se desdigan. Si no, tendremos que sospechar que los métodos de Orwell siguen instalados entre nosotros.
La misma UCD que rechazó la vía del artículo 151 participó activamente en la redacción del Estatuto de 1981 y pidió el sí en las urnas. El subidón del 28-F había quedado atrás, y en el referéndum de aprobación del Estatuto la abstención llegó al 46,6 %. Pero el Estatuto había sido consensuado por el cien por cien de las fuerzas con representación parlamentaria. Así pues, las diferencias saltan a la vista. No estamos ante el mismo panorama por mucho que se empeñen los orwellianos propagandistas del partido. Que no nos engañen más, que ya somos mayorcitos. Y que dejen su falsa verborrea, pues la historia no puede cambiarse por mucho que se empeñen. A ver si le hacen caso al cartel que cuelga en el tablón de anuncios de un centro oficial de la Junta: “Prohibido decir tonterías; con hacerlas ya es suficiente”.